¿Es Venezuela un pacto entre represión, cooptación y manipulación? Por @ArmandoMartini

¿Es Venezuela un pacto entre represión, cooptación y manipulación? Por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

Desde hace más de dos décadas, es epicentro de profundos cambios económicos, políticos y sociales que confluyeron en una catástrofe. Ante esta situación, surge la pregunta, ¿Es Venezuela un pacto entre represión, cooptación y manipulación? Su respuesta requiere examinar los mecanismos que han permitido al oficialismo mantenerse, estableciendo un sistema de control que trasciende el uso de la fuerza, anclándose en una estrategia de dominio sofisticada.

Violación de los Derechos Humanos, uso sistemático de la violencia, acallar opositores, sofocar críticas y silenciar la disidencia; existencia injusta de presos políticos, exiliados y desterrados, son evidencia que certifican, la represión ha sido y es una constante. Sin embargo, reducir el análisis únicamente a la amenaza física es insuficiente. La táctica combina freno y contención, además de arreglos turbios y enmarañados.

La cooptación consolidó el poder. Entramado de recompensas e incentivos, logra subyugar a figurantes que sucumben, asegurando lealtad y participación. Poderes del Estado y sectores de la economía, se incorporan sin disimulo a la red de connivencias y complicidad. No es solo cuestión de privilegiar a las cúpulas, sino de crear una dependencia extendida en amplios sectores de la población, atrapados en programas sociales que, en lugar de mejorar su calidad de vida, los atan con grilletes. Lo que se presentó como victoria del pueblo, concluyó en un método populista de vigilancia y clientelismo que pretende perpetuar miseria y resignación, bajo la promesa ilusoria de asistencia estatal.





Manipulación, arenga revolucionaria y antiimperialista que sirve de archiperres para movilizar a la población, justificar excesos y arbitrariedades. El relato distorsiona la realidad, a tal punto, que penurias económicas, migración masiva y quebranto de libertades no son presentadas como resultado de políticas fallidas, sino como consecuencia de la guerra económica orquestada desde lejanías. Pero la maniobra no se limita al ámbito mediático, es también ideológico. Porciones minoritarias aún perciben una lucha heroica, a pesar de la certeza que registra la destrucción y ruina humanitaria. 

El chavismo, edificó un quebradizo y delicado equilibrio entre represión, cooptación y manipulación. Ninguno, por sí solo, podría sostener una estructura al borde del colapso y al filo de un síncope. La violencia degradante no se sustentaba sin el control de las instituciones públicas, gremiales y partidistas gratificadas con boato y lasitud. El reclutamiento colaborador sería insostenible sin el respaldo de la novela demagógica y de mugre ideológica que justifique sus aciagas operaciones. Y, sin la narrativa, que procura la idea de resistencia popular, no lograrían el respaldo de un sistema desgastado, rancio y corroído.

De esta perversa mixtura surge un tratado antidemocrático, vergonzoso, entre una administración indecorosa y sectores profanos de la sociedad. Un compromiso indigno que se ampara no mediante el consenso, sino a través del miedo, la sospecha y artimañas. La minoría que aún apoya el continuismo lo hacen porque dependen materialmente de él, o peor, están persuadidos de la inexistencia de opciones, que no implique la sumisión a intereses foráneos apátridas. El régimen, se aprovecha y beneficia a través de un juego minucioso entre violencia, compra de voluntades y distorsión de la verdad.

¿Es entonces la tierra de Bolívar un tratado entre represión, cooptación y manipulación? Si, pero no fruto de una elección libre, sino de la forzosa imposición. La ciudadanía, víctima de un contrato que no eligió firmar, cuando tomó la decisión soberana popular de anularlo, darlo por concluido y finiquitado; actuó la tenebrosa telaraña de la sumisión y aplicó sin rubor ni pudor el fraude.

Sin embargo, cuando la indigencia, desesperanza, zozobra y migración se convierten en la norma, es difícil imaginar su perpetuación de forma indefinida. La historia muestra que los autoritarismos, por más sofisticados en su capacidad de ejercer control, eventualmente provocan su ocaso, de forma abrupta, por un desgaste progresivo y/o desgarramiento interno, que imposibilite soportarlo con represión, favores o falsedades. Hasta entonces, Venezuela continuará difusa, enredada, asida a las cadenas de la macabra diversión de una sociedad cuchipanda de coerción, censura y engaño, por encima del anhelo de cambio que la mayoría decidió.

@ArmandoMartini