En Canarias, su gente, tienen como un tatuaje grabado en la memoria del corazón, esa gratitud que deja ver la bondad de los españoles que se fueron años atrás a Venezuela, haciéndola la octava isla, como suelen exclamar con emoción contagiosa. Es la manifestación de agradecimiento por haber sido recibidos con hospitalidad, por el cariño y el respeto que sirvió de alquimia para entrelazar a legiones de familias canarias con las raíces autóctonas venezolanas, que esos visitantes inmigrantes asumieron plenamente.
Ahora se han invertido los términos: somos los venezolanos los que nos hemos visto compelidos por las circunstancias por todos conocidas, a tener que salir, forzosamente, de nuestra patria a buscar cobijo y aleros en donde guarecernos de esa tormenta política y humana que nos conmueve. Y la verdad sea dicha, si en algún rincón del mundo se siente ese retorno y compensación de afectos, cariño y respeto, hacia los venezolanos que huyen de esas calamidades que los acosan en suelo nacional, es en las Islas Canarias.
Fue emocionante poder conversar, improvisadamente y de manera casual, con muchachas y jóvenes de mi país con los que nos tropezábamos en las calles de Tenerife y que detenían sus bicicletas, haciendo un inesperado paréntesis en sus jornadas de trabajo, para confundirnos en abrazos cargados de emociones que explotaban en esos pechos y brazos que buscaban extenderse hasta el terruño natural, como en gestos premonitorios del pronto regreso. Tal como lo hablaron con Antonio centenares de mujeres y hombres en sus diferentes jornadas de trabajo, como la conferencia dictada en la universidad de La Laguna o el emotivo acto de presentación de su libro, Venezuela, Política y Ambiente, efectuado en el Real Casino de Tenerife.
El recuerdo que aquellas remesas que los canarios residentes en Venezuela, hacían llegar a sus familiares en La Palma, en La Gomera o a Santa Cruz, ahora se invierte, porque ahora son, en esta circunstancia, miles de venezolanos que han emigrado los que tratan de aliviarle las penurias a sus respectivas familias, enviando cada mes, desde Canarias, el cheque en euros para que tratar de sortear tantas limitaciones a la hora de comprar algo de comer. Bien reza el dicho: “hoy por ti, mañana por mí”. ¡Dicho y hecho!
Pero a la vista de los venezolanos está la fecha del 28 de julio; en ese calendario apunta la mirada y la fe de millones de ciudadanos que aspiramos dar el salto de retorno a la tierra amada, sin olvidarnos de los gestos solidarios, como estos que nos prodigan los hermanos de las Islas Canarias. ¡Que Dios los bendiga siempre!