El estremecedor video de la hija de una argentina que corrió dos horas y media para escapar de los terroristas

El estremecedor video de la hija de una argentina que corrió dos horas y media para escapar de los terroristas

Gal, la hija de una argentina que estaba en la rave que atacó Hamas, en medio de la frenética huida con su mochila rosa. Detrás, de poncho, uno de los dos amigos que se salvaron con ella

 

Corrió. Como nunca. Por su vida. Dos horas y media huyó de los terroristas de Hamás a través de un campo recién sembrado. Hasta que no pudo más, y pensó en entregarse. Tirarse al suelo. Hacerse la muerta y esperar que el engaño funcionara…

Por infobae.com





Gal Yehezkel tiene 22 años, los ojos grandes y oscuros como la noche que se terminaba en la rave Tribe of Nova, una fiesta electrónica a solo 5 kilómetros de la Franja de Gaza. Su voz, con un perfecto acento porteño, llega desde su casa en Zichron Yaackov, una ciudad al norte de Tel Aviv. Cuenta que se siente “israelí-argentina”, aunque nació en los Estados Unidos. Vivió en Buenos Aires entre los 3 y los 10 años, cuando su familia -madre argentina (Zaira Botte) y padre israelí (Kfir) – se mudó al país donde vivió la peor experiencia de su vida.

“Había llegado a casa después de un año en Estados Unidos, donde fui a trabajar después de dejar el ejército. Pero ya en Estados Unidos había comprado los tickets para ir a la fiesta con mis amigos Yuval y Ofek”, dice. Desde su casa hasta el lugar de la rave hay unas dos horas, que junto a otros conocidos hicieron en dos autos.

La noche llegaba a su fin. Todo era felicidad. El cielo comenzó a clarear. La oscuridad, como un manto de niebla, se acercaba por sorpresa.

Dice Gal que recuerda todo. Su relato estremece. De los tres mil asistentes a la fiesta electrónica, más de 260 murieron. Muchos otros fueron tomados como rehenes. Ella se salvó. “Eran las 6.25 cuando empezaron los misiles, ya había luz. En Israel tenemos el ‘escudo de acero’ para neutralizarlos. Se veía como flotaba en el aire. Es algo que lamentablemente pasa bastante en ese lugar.. Esperamos un poquito, lo tomamos con calma. Pero de pronto paró la música. No pensamos en nada grave. Agarramos nuestras cosas y como 40 minutos después fuimos para los autos. Pero quedamos como diez minutos varados. No nos podíamos mover para ningún lado. Justo mi papá empezó a mandarme mensajes, que no le contesté. Después me llamó, y el resto del tiempo, hasta que estuve a salvo, estuvimos en contacto”.

Gal se dio cuenta que algo andaba muy mal. Que no era normal la situación. “De repente, cuando todavía estábamos en el auto, empezaron a gritar que habían entrado al país. Nunca en la vida pasó que entraran 1500… A veces pasó que entraban diez, pero enseguida los bajaban. Los autos se empezaron a mover, y entendimos que a los que se habían ido antes los habían matado, los habían quemado vivos. Los estaban esperando con camionetas, armados con RPG (un lanzagranadas ruso), con Kalashnikov, con fusiles M-16… Nos dimos cuenta que por la calle no íbamos a poder salir”.

En la ruta, dice, había una patrulla de la policía israelí. Pero los atacantes eran demasiados. Murieron combatiendo. La única opción para Gal y sus amigos era dejar los autos y atravesar el campo. Todos iban hacia donde ellos estaban. Algunos hasta tomaron imágenes, como el video donde se la ve corriendo. “Era como una película. Corríamos y oíamos los disparos, muy cerca. Había gente que caía alrededor nuestro. De pedo (sic) no nos tocó a nosotros. Corrí dos horas y media. Hasta que en un momento no pude más. Le dije a mi amigo que me iba a tirar al suelo, eso era lo que tenía en mi cabeza, hacerme la muerta y esperar que me pasaran por arriba sin darse cuenta. Me miró y me dijo ‘no hay chance, no tenemos otra que correr…’. Di media vuelta mientras corría y los veía. Cuando miré para adelante vi unos autos que ya podían salir del lugar. Dios quiso que en uno abrieran la puerta de atrás y nos gritaron que entremos. Con un amigo nos metimos con el auto en movimiento. Poco después entraron dos más. Yo vomité arriba de mi amigo, éramos ocho en el auto. Yo estaba abajo, no veía nada. Empezamos a gritar el nombre de nuestro otro amigo, que había quedado en la calle. Y Dios, de nuevo, quiso que estuviera cerca. Y también entró…”

Para leer la nota completa pulse Aquí