Lo que dejó la corrupción chavista en el Complejo Agroindustrial Azucarero Monagas

Lo que dejó la corrupción chavista en el Complejo Agroindustrial Azucarero Monagas

De lo que serían unos enormes galpones con capacidad para 20 mil hectáreas de caña de azúcar, solo quedan algunas columnas y paredes a medio construir

 

 

 





 

Durante la primera década de la era chavista, la llamada “revolución bolivariana” se hizo cargo de, al menos, 10 centrales azucareras, pero además proyectó la construcción de otras plantas. Una de estas fue el Complejo Agroindustrial Azucarero Monagas C.A., ubicado en la parroquia Boquerón de Maturín.

Jefferson Civira // Corresponsalía lapatilla.com

El 9 de agosto de 2006 fue publicada en Gaceta Oficial número 38.496 la creación de esta empresa estatal con un capital social de 50 millones de bolívares (antes de la primera reconversión monetaria del chavismo). Solo se constituyó en el papel, ya que en la práctica nunca hubo ninguna ejecución de la obra.

El proyecto para esta empresa se aprobó en el año 2005 y fue en enero de 2007 cuando empezó el movimiento de tierras y se terminó casi seis meses después.

De acuerdo al informe Empresas Propiedad del Estado Venezolano publicado en 2017, para el año 1999, el azúcar refinada era el segundo producto importado de energía alimentaria en Venezuela. Desde que comenzó la administración chavista, este rubro ha estado sujeto a una amplia intervención estatal: el sector tiene regulaciones de precios, restricciones a la movilización y participación directa del Estado como productor. De un total de 16 centrales azucareros que existen en el país, 10 son controladas por el régimen.

Según la Federación de Asociación de Cañicultores de Venezuela (Fesoca), apenas tres de los centrales azucareros públicos estuvieron operativos durante la zafra 2015-2016. Solo se molieron 59.494 toneladas de caña de azúcar, lo que representó solo el 2 % de la molienda total en el país.

Para entonces, el director regional del Ministerio de Agricultura y Tierras (MAT), Jesús “Kike” Domínguez, reveló que el monto aprobado para el proyecto del Complejo Agroindustrial Azucarero Monagas C.A. fue de aproximadamente 300 millones de dólares.

La maquinaria y equipos para esta planta eran de otra central desincorporada e inactiva en Cuba. Sin embargo, aseguró que todo resultó en pura chatarra oxidada con las pocas piezas que trajeron a Venezuela.

Proyecto fantasma

En terrenos baldíos donde habían estructuras metálicas, hoy no queda nada, ya que fueron desvalijados por completo

 

 

 

Explicó que todo central azucarero tiene en ejecución lo que se conoce como “ruta crítica”, que es la columna vertebral para el funcionamiento de una planta de este tipo. Esta consta de la planta de molienda, casa de calderas, casa de vapor y casa eléctrica, lo que representa el 75% de la obra. En el caso del Azucarero Monagas, para construirlo se estimaba un tiempo de entre 18 y 24 meses. No obstante, dos años después de haber iniciado el movimiento de tierra, ni siquiera los proyectos para la ejecución de esas obras estaba en la mesa de trabajo.

“Nunca los vi (los proyectos). En ese momento era diputado en la Comisión Nacional Agrícola. En más de una ocasión, por problemas de carácter político pues ya me había separado de la fracción del Gobierno, nunca se me permitió tener detalles de cómo iba la obra”, destaca el también exconcejal.

Para decidir en torno adónde se instalaría la central, se analizaron varios espacios, condiciones geográficas, climatológicas, vías de comunicación y se escogió la zona de Guayabal por su ubicación favorable, desde el punto de vista agronómico, para el cultivo de caña de azúcar.

En lo que refiere a la parte económica, se estima que un central azucarero debe estar a un perímetro máximo de 60 kilómetros a la última plantación de caña de azúcar.

Explica que por los costos en el transporte para el traslado de la caña de azúcar después de 60 kilómetros, resulta desventajoso producir caña, por lo que el caserío Guayabal se encuentra equidistante a los municipios Punceres, Piar, Cedeño, Ezequiel Zamora y Santa Bárbara, jurisdicciones que cuentan con las condiciones climatológicas y el tipo de suelo que permite la explotación de caña de azúcar tenga altos niveles de producción y rentabilidad.

La ejecución de la obra estaría a cargo de Pdvsa Agrícola y la constructora Alba Bolivariana, todo bajo la tutela y vigilancia de “técnicos” cubanos, que eran alrededor de 50 personas, recuerda Domínguez. Cada uno con asignación de trabajos en específico dentro de la obra.

Construcción incompleta

Las obras civiles donde se construirían las casas para las familias de los trabajadores quedó como un campo de guerra

 

 

 

El exfuncionario de la cartera agrícola indicó que en el mes de noviembre de 2009, la obra civil se paralizó totalmente debido a incumplimientos en los salarios de los casi 300 obreros que allí trabajaban. Agregó que había muchos equipos, maquinarias y enormes galpones destinados al proceso de la molienda y procesamiento de caña de azúcar. Las empresas responsables de la obra tenían las asignaciones de los contratos que, presume, lo manejaban de manera privada.

“Habían más de 20 empresas contratistas, cada una a cargo de un ‘técnico’ cubano. En ese momento, cuando se paralizaron las obras civiles que involucraba las viviendas y oficinas administrativas, estaba en un 20 % de ejecución, después de casi un año de construcción, porque hubo cualquier cantidad de problemas con el tema de los recursos. Una vez que se paralizaron por completo esas obras, se procedió al total y absoluto abandono y desmantelamiento. Todo se lo robaron, eso da tristeza e indignación, lo que quedó fue un área de guerra”, contó Domínguez.

La maquinaria o la poca que llegó, recuerda que se la llevaron entre los años 2013 y 2014 a la central azucarera Corporación Venezolana Agraria Azúcar, S.A., ubicada en San Carlos, estado Cojedes, ya que era de similares características y además tenía la misma capacidad que se iba a instalar en la de Maturín.

En esta planta de los llanos centrales, para el 2016 aún en proceso de liquidación, los trabajadores denunciaron irregularidades en el manejo de recursos y despidos injustificados. En total, de lo que sería la azucarera de Maturín, salieron unas 30 gandolas hasta Cojedes.

Para este proyecto se levantó, incluso, un censo de productores que estuvo a cargo del exdirector regional del MAT para un aproximado de 20.000 hectáreas, y esta central tendría capacidad para moler esa misma cantidad en una zafra de enero a mayo.

“Todo fue una pantalla, una pantomima. Reuniones, asambleas y todo resultó en un desfalco. En Monagas hay un precedente de un central muy pequeño que funcionó hasta finales de los ochenta, el central Santa María que funcionaba en el municipio Santa Bárbara a 40 minutos de Maturín. Actualmente lo poquito que se produce, se muele en el central Cariaco en el estado Sucre a casi tres horas de distancia. Hay que ver el sacrificio que hace un cañicultor para poner un camión hasta Sucre cuando aquí se generaron las expectativas y no se construyó nada”, lamenta Domínguez.

Debía estar listo en 2012

El edificio donde funcionarían las oficinas administrativas de la Central Azucarera Monagas permanece olvidado y, al igual que los galpones, nunca se terminó de construir

 

 

 

El tiempo de ejecución estaba previsto entre tres años y cuatro años desde que se inició el movimiento de tierra, por lo que se especulaba que la obra podía ser inaugurada en el año 2012. De haberse cumplido el cronograma de manera rigurosa y los desembolsos correspondientes de parte del régimen para ejecutar las obras civiles, tal vez el central estuviese instalado.

La fecha estimada generó expectativas, al punto que se realizó un censo de productores y se planeó un proyecto para el financiamiento correspondiente, porque era lógico pensar que una obra de esa envergadura y teniendo una precaria producción de caña como en ese momento, pues no había ni 1.000 hectáreas sembradas, a pesar de haber tenido casi 10.000 hectáreas cuando existía “el centralito” en Santa Bárbara, contó el exfuncionario.

Monagas contaba con un potencial de casi 50.000 hectáreas, pero solo se privilegiaron las mejores 20.000 hectáreas para ser financiadas. Se llenaron planillas para el otorgamiento de créditos que nunca llegaron, lo que causó gran frustración de muchos campesinos cañicultores, recalcó Domínguez.

“De haberse construido el central y cumplido las metas de 20.000 hectáreas de caña, producirían 120 toneladas de caña por hectárea, lo que representaría unos 2.400.000 kilos de caña en bruto, de acuerdo a los niveles de sacarosa que tiene que ver con la climatología y horas diarias de luz solar. Hubiese generado entre 280 a 300 mil toneladas de azúcar refinada. Esos son los niveles de decantación desde que se siembra, cosecha, procesa y transforma hasta la comercialización”, declaró.

En el interior del edificio administrativo lo único que crece son los matorrales

 

 

 

 

Con el déficit tan grande en el consumo que existe en el país, donde más del 60 % de la azúcar es importada, si el proyecto del central azucarero Monagas se hubiese ejecutado como se planeó, hubiera servido para amortiguar el impacto del gasto fiscal en el tema de las importaciones.

Luego de la completa paralización, los jefes nacionales de las empresas encargadas nunca dieron a conocer los montos de inversión, por lo que no se supo cuánto se gastó en total. Solo se conoció que más de 400 trabajadores fueron despedidos y las contratistas no cancelaron lo que debían pagarles.

A ello se le añade que las únicas casas que se construyeron por completo fueron las de los “técnicos” cubanos que, por tres años estuvieron “parasitando” a la espera de recursos, según precisó Kike Domínguez.

Mientras que por varios años se anunciaron con bombos y platillos la reactivación y en otros casos la construcción de centrales azucareros, solo se derrocharon millones de dólares para que solo quedaran ruinas.

No obstante, el Ejecutivo continúa importando toneladas de azúcar, que se pueden ver en los anaqueles de supermercados y a su vez son pocas las empresas nacionales que producen este importante rubro, y que el régimen adquiere para incluir en las bolsas de comida de los Comité Locales de Abastecimiento y Producción (Clap).