El Nacional: Rodríguez Chacín, “El Pollo” Carvajal y Rangel Silva, los primeros sancionados por sus “relaciones peligrosas”

El Nacional: Rodríguez Chacín, “El Pollo” Carvajal y Rangel Silva, los primeros sancionados por sus “relaciones peligrosas”

Nicolás Maduro camina junto a Ramón Rodríguez Chacín y Cilia Flores después de que un comité internacional partiera hacia Villavicencio, Colombia, en una operación para liberar a tres rehenes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Foto: JUAN BARRETO / AFP

 

Con la crisis mundial que desató el crack inmobiliario en 2008, el control de divisas que impuso el gobierno de Chávez desde febrero de 2003 se hizo más rígido y lento. Con más pasos burocráticos, más carpetas, más etiquetas, más formalidades y colas interminables en las oficinas de Cadivi. Con la Ley Contra Ilícitos Cambiario se pretendía frenar la salida de capitales, pero las empresas de maletín dedicadas la importaciones de productos básicos crecían como hongos. Diariamente salía un carguero con 170.000 barriles de petróleo rumbo a Cuba, que entraba en el mercado spot por cuenta y ganancia de La Habana.

Por elnacional.com





El PIB oficial crecía 4,8% y para “facilitar el comercio” se llevó a cabo la reconversión monetaria. Le quitaron tres ceros al bolívar y lo devaluaron debajo de la mesa, pero la inflación no se frenó ni con los motores productivos imaginarios de Maduro. En su régimen alcanzó sin esfuerzo una cifra tope en la historia de las finanzas: 1.698.488%. Más de millón y medio por ciento.

En 2008, Chávez le exigió a la Asamblea Nacional, que presidía Cilia Flores, que se le otorgaran poderes especiales otra vez mediante una Ley Habilitante. No hubo negativa y las expropiaciones llegaron a su clímax. Nacionalizó las cementeras Lafarge, de Francia, Holcim, de Suiza, y Cemex de México. Igualmente, renacionalizó la metalúrgica Sidor, que estaba en manos de un consorcio ítalo-argentino, que por primera vez daba ganancias.

La expropiación de fincas con la excusa de luchar contra el latifundio destruyó la industria ganadera, quebró a los productores de arroz y acabó con las haciendas de caña de azúcar y con los centrales azucareros. El sector financiero no quedó fuera de su mirilla. Después de muchas presiones y amenazas, “compró” el Banco de Venezuela, del Grupo Santander de España, metió presos a varios banqueros y corredores. En un arranque imperial expropió, antes de que se abriera al público el Centro Comercial Sambil de Candelaria. “Yo no puedo permitir ese monstruo”, dijo.

El frenesí de Chávez

En su frenesí por garantizar la “soberanía alimentaria”, Chávez nacionalizó la empresa Lácteos Los Andes y cuanta empresa relacionada con la producción y comercialización de comida se le atravesara. Con el mismo poco éxito y con inversión excedentaria estableció una fábrica de helados con la marca Copelia, en el estado Lara, que cerró porque no consiguieron un proveedor de manteca de cochino. Con los hatos ganaderos fue particularmente quisquilloso. El hato El Frío, que tenía más de 300.000 cabeza de ganado, hoy no tiene ni un becerro y la población de chigüires y caimanes casi ha desparecido. Ahí concretó su odio contra el general José Antonio Páez. Le quitó el techo al salón donde el héroe de la Independencia guindaba su hamaca y cantaba con su cuatro.

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