Secuestros, abusos y torturas: así funcionan las horrorosas clínicas de “deshomosexualización” en Ecuador

Secuestros, abusos y torturas: así funcionan las horrorosas clínicas de “deshomosexualización” en Ecuador

Secuestros, abusos y torturas: así funcionan las horrorosas clínicas de “deshomosexualización” en Ecuador

 

Las familias de personas de la comunidad LGBTIQ+ contratan centros de rehabilitación que ofrecen prácticas ilegales para “deshomosexualizar”. Estos métodos prohibidos por la ley incluyen maltrato psicológico, retención forzada e incluso violaciones

Matías*, de 27 años, se preparaba para mudarse de la casa de sus padres cuando fue sorprendido por unas personas que lo secuestraron y lo llevaron a un centro de rehabilitación de adicciones aunque él no tiene ninguna. En ese lugar le dijeron que la raíz de “todos sus males” es su orientación sexual. Matías es homosexual.





Por Infobae

La mejor amiga de Matías, al no saber sobre él, encendió las alertas de que algo estaba mal, pues al interpelar a los padres del joven sobre su paradero sólo le dijeron que “él no está desaparecido, que él se encuentra muy bien”. Pero no era así, Matías había sido trasladado a una clínica de deshomosexualización, como se conoce popularmente a esos lugares de tortura que ofrecen una “cura” a la homosexualidad a pesar de que la Organización Mundial de la Salud, desde 1990, ha sido enfática en que las personas de la diversidad sexo-genérica no están enfermas

Con estos antecedentes, la amiga de Matías se contactó con la Fundación Diálogo Diverso, una organización de la sociedad civil que brinda asistencia psicológica, legal y social a las personas de la comunidad LGBTIQ+ y a su red de apoyo. Fue a través de la organización que se presentó la denuncia de la desaparición de Matías y las autoridades lo localizaron y lo rescataron luego de una semana.

Getty Images – Referencial – Abuso sexual

Ahora la Fiscalía mantiene un proceso judicial por el caso de Matías. El activista y director de Diálogo Diverso, Danilo Manzano, contó a Infobae que el centro donde Matías fue encerrado se ha justificado en que tenían una autorización firmada por los padres del joven para llevárselo. Dicha autorización no tienen ningún valor legal, pues Matías es mayor de edad y no está bajo la tutela de nadie.

El secuestro de Matías, a petición de sus propios padres, ha indignado a varios sectores de la sociedad, que han cuestionado la ineficiencia gubernamental para detectar estos lugares de tortura que están prohibidos en Ecuador desde el 2012. Pero este caso no es el único ni el más fatal.

Casos desconocidos e impunidad judicial

Michelle tenía 19 años cuando un día su padre, militar y muy religioso, le dijo que la llevaría a la universidad. La joven observó que su papá se desvió del camino habitual y la llevó a Carapungo, en el norte de Quito. Llegaron a un centro de rehabilitación para alcohólicos y drogadictos y el padre le dijo a Michelle que saliera del auto y la dejó en ese lugar.

Imágen archivo

Cuando su padre la encerró en ese centro, Michelle estaba confundida: había sido una estudiante destacada, no consumía drogas ni alcohol: ¿por qué su papá la dejó en ese lugar? La respuesta era simple: su familia se había enterado de que a Michelle le gustaban los hombres y también las mujeres, así que buscaban “corregirla”.

Según Michelle relató a Infobae, su familia era muy religiosa y pertenecían a una iglesia cristiana evangélica. Cuando sus padres descubrieron su bisexualidad pidieron ayuda a la congregación para que les dijeran cómo reaccionar. En la iglesia les sugirieron que la encerrarán en ese centro.

Foto: Imagen referencial

Que las personas conozcan sobre estos centros por recomendación de las iglesias evangélicas es común, según explicó Manzano: “(estas clínicas) trabajan de manera articulada con diferentes iglesias, principalmente las evangélicas, o con profesores de los sistemas educativos, que llegan a conocer sobre la homosexualidad de un estudiante y le recomiendan a los papás y a las mamás un lugar donde aseguran que la gente puede “curarse””.

Durante sus meses en el centro, Michelle sólo pensaba en que ojalá su familia la saque del ese encierro. En ese lugar, la joven fue acosada por otros internos e internas. Incluso, cuando salió, el psicólogo que la trataba la buscaba para invitarla a “citas”.

En ese lugar, cada noche los internos eran encerrados en sus cuartos. Michelle contó que incluso tenían esposas para evitar que se escaparan. Mientras ella sufría en ese lugar, su familia decía a sus amigos que “Michelle está con Dios”, por lo que muchos creían que la joven había fallecido.

La joven pensó en escapar, pero no lo hizo porque no tenía a quién recurrir: “No todos tenemos apoyo porque no contamos con nadie más que la familia, que son los mismos que te violentan”. Así que se quedó en esa clínica de rehabilitación hasta que un día su familia volvió por ella. Michelle decidió terminar la universidad y trabajar enseguida, para lograr independizarse y poder ser libre.

Al hablar sobre esa traumática experiencia, Michelle recalca que su formación religiosa y el entorno familiar en el que creció llevó a que ella normalizara el secuestro y encierro del que fue víctima porque se sentía “culpable” y porque ese era el castigo por “ser una aberración”. La mujer explicó a Infobae que lo más difícil para ella fue poder aceptarse y hoy cuenta lo que le sucedió para que las familias “no sean cómplices de dañar una vida” y para que las personas de la diversidad sexo genérica traten de conocer sus derechos y judicialicen estos casos: “Si hubiese conocido mis derechos, habría denunciado, aunque en ese momento sabía que eso podía jugarme en contra”, aseguró.

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