Dos cuerpos incinerados en una parrilla: la adolescente que convenció a su novio para que matara a sus padres

Fue un día de 1969, a los 10 años, que Marlene encontró sin querer, en un cajón del escritorio de su padre, los papeles de adopción. Le preguntó a Jim qué quería decir adopción y él le explicó

 

Amor es una palabra que no cabe en esta historia. Esas cuatro letras nunca estuvieron alineadas con el destino de la familia Olive. Aunque, por un momento, Jim y Naomi pensaron que sí y por eso decidieron adoptar y cayeron rendidos ante esa diminuta, indefensa y bella bebé. Soñaban con la postal de la familia perfecta y, durante los primeros años, creyeron haberlo logrado.

Por infobae.com





“Odio a mamá”

Fue mucho antes de la tragedia que comenzaron los síntomas que sugerían que esa postal no sería tal como la habían pensado y que sus colores desteñían.

El comienzo de la historia familiar fue más o menos así.

Marlene Louise Olive nació en Norfolk, Virginia, el 15 de enero de 1959. Hija de una madre soltera fue dada en adopción rápidamente a la pareja sin hijos conformada por James “Jim” Olive y Naomi Eleanor Wagner.

Jim había conocido a Naomi mientras estaba alistado en la Armada y se casaron en 1944. Apenas terminó la Segunda Guerra Mundial, él se dio de baja y se mudaron a vivir por un tiempo a Panamá donde pensaba ganar dinero con el boom inmobiliario.

Al volver a su país y viendo que ella no quedaba embarazada, decidieron adoptar. Fue entonces que apareció Marlene para alegrarles la vida. Se la entregaron con pocas horas de vida. Naomi se obsesionó con la salud de la recién nacida al punto que obligaba a todos a usar barbijo para alzarla y esterilizaba aquello que estaba en contacto con la bebé.

En la década del 60, Jim fue trasladado con su familia a Guayaquil, Ecuador. Era ejecutivo de marketing de la empresa Tenneco and Gulf Oil. El dinero fluía generosamente y vivían muy bien. Buena casa, varios empleados y Marlene que crecía adorando a su padre. Con él tenía una relación cercana; con su madre, en cambio, los roces habían comenzado temprano. Naomi ya llevaba años evidenciando síntomas de una enfermedad mental y abusaba del alcohol.

Fue un día de 1969, a los 10 años, que Marlene encontró sin querer, en un cajón del escritorio de su padre, los papeles de adopción. Le preguntó a Jim qué quería decir adopción y él le explicó. Ella entró en crisis. Su padre la consoló y le dijo que aunque ella no fuera su hija biológica, ellos la querían como si lo fuera. Intentó disipar todos sus miedos y le aseguró que ella era “especial” porque había sido “elegida”. No alcanzó a calmarla, Marlene quedó confundida y enojada. ¿Por qué su propia madre no la había querido?

Esto hizo que sumara más odio hacia Naomi, con quien cada vez se entendía menos. Un día, en frente de sus compañeros de colegio y de la maestra, lanzó esta frase: “La odio. Odio a mi madre”.

No era una cosa de chicos, ni algo pasajero.

Cuando Marlene cumplió 14 años Jim se quedó sin trabajo y debieron dejar Ecuador para regresar a los Estados Unidos.

Era el año 1973 y se instalaron en la calle Hibiscus Way 353, en Terra Linda, San Rafael, California, muy cerca de la ciudad de San Francisco. Jim abrió una consultoría de negocios. Era su propio emprendimiento, lo que le demandó gran esfuerzo y dedicación. Naomi, al mismo tiempo, fue diagnosticada con esquizofrenia paranoide. Hablaba con fantasmas y su alcoholismo se agravó. El rol de la maternidad la sobrepasaba. Jim, preocupado por mantener la solvencia económica, le prestaba más atención a su trabajo que a los dramas familiares. No tenía tiempo para comprender lo serio de las alucinaciones de su mujer ni para intentar prevenir las peleas entre madre e hija. Marlene no estaba nada preparada para la permisiva cultura adolescente del norte de California. Era una adolescente con carácter, que escribía poemas tristes, mentía a lo grande y vivía en un extraño mundo de fantasía donde ella era una especie de bruja con poderes mágicos.

Uno de los poemas de Marlene expresaba lo siguiente:

“Nadie para/de meterse en mi vida/y los que están en ella hace tiempo/que cayeron dormidos/he estado vacía por tanto tiempo”.

Los últimos años del secundario fueron barranca abajo, de mal en peor.

Droga, sexo y… hurtos

Marlene se había vuelto fanática del glam rock, las brujerías y le gustaba vestirse como las prostitutas. Era una bomba de emociones a punto de estallar en mil pedazos. La relación entre madre e hija se tensó al límite. Las discusiones se volvieron violentas. Los nervios llevaron a Marlene a desarrollar una úlcera de estómago. Empezó tomando remedios y pasó a descubrir el poder de las drogas recreativas. Se relacionó con otros adolescentes que también se drogaban. Todo esto terminó por desequilibrar la frágil psiquis de su madre que, asustada, no podía tomar el control de nada. Las peleas eran a los gritos con Naomi vaticinando que terminaría siendo “una puta como su madre biológica”.

Marlene, por su parte, estaba cada vez más furiosa con Jim porque él no tomaba partido por ella y se ponía del lado de su madre. Además, sospechaba que Jim le informaba a la policía sobre las actividades de sus amigos drogadictos. Desquiciada por el enojo comenzó a morder su propio antebrazo y a golpear su cabeza contra la pared.

El rock pesado, la marihuana, la cocaína, el LSD, el alcohol, las relaciones sexuales con cualquiera y el ocultismo empezaron a ser parte cotidiana de la vida de la adolescente. Con sus amigas se rateaba del colegio, algunas del grupo se hacían abortos a escondidas de sus padres y decían pertenecer a la Iglesia de Satán. Marlene, en el colegio, deliraba relatando cosas increíbles: que había filmado una película porno para Sudamérica y que su padre era quien controlaba el tráfico de drogas en Ecuador.

El desbarajuste de los Olive era completo.

Todo en ella era excesivo el maquillaje, los tacos, los escotes de vértigo, los looks, las poses provocativas… Esto hacía que Naomi se enojara mucho al punto que un día le prohibió a Marlene asistir al casamiento de una prima. La adolescente histérica gritó que su madre real la hubiese dejado ir. Naomi respondió: “Tu madre real seguramente era una puta”. La guerra estaba declarada. Naomi se paró desnuda frente a ella, balanceó las caderas poniendo sus manos en la entrepierna y le dijo provocadora que así de horrible debía ser la conducta de su madre biológica.

El desafío de la apariencia dio paso a otros hechos más preocupantes para todos: los robos.

Empezaron como una travesura y escalaron. No solo robaba en tiendas sino que utilizaba sin permiso las tarjetas de crédito de sus padres. También abusaba de las drogas y se fugaba con frecuencia de su casa. Transgredía todos los límites. Como no podía ser de otra manera, empezaron los encontronazos con la ley.

Delante de varios compañeros de colegio, Marlene, comenzó a hablar de matar a sus padres. Les pedía ayuda para conseguirlo. Nadie la tomó en serio, pensaban que era un típico enojo que cualquiera podía tener.

Una mente para manipular

A falta de colaboración, decidió intentarlo sola. Mezcló altas dosis de los remedios que su madre tomaba por su enfermedad con su comida. Pero ese día Naomi le sintió mal gusto al plato. Le supo tan amargo que no lo comió. El primer intento de Marlene por asesinar a su madre había fracasado.

Unas semanas después, Marlene se drogó con LSD y experimentó un horrible viaje… Ese día fue clave porque apareció en su vida Charles “Chuck” Riley.

Marlene tenía 15 años y Chuck 20.

Él no había tenido nunca una novia, no estudiaba y era quien vendía las drogas en el colegio de Marlene. Chuck era un joven nada llamativo, con un gran complejo por su obesidad. Marlene, por el contrario, era bella y podía mostrarse muy seductora.

Chuck había nacido el 2 de mayo de 1955 y era uno de los tres hijos de Oscar Riley, empleado de una panadería y Joanne, ayudante de enfermería. Cargaba desde su infancia con el complejo de ser gordo, a los 15 años ya pesaba 140 kilos. Antes de conocer a Marlene Olive, nunca una chica le había prestado la más mínima atención. Abandonó el colegio y empezó a trabajar como delivery de pizza y de diarios. Pero las drogas le rendían muchísimo más dinero. Por eso no solo consumía sino que, también, las vendía. Tener plata le permitió comprar armas, aprender a dispararlas y ganarse respeto entre sus pares.

La bella, perturbada y adicta conquistó con facilidad al inseguro Chuck quien era terreno fértil para cualquier locura. Resultó una mente pantanosa que le vino muy bien a Marlene para moldearla a su gusto.

Se volvió su esclavo más devoto. La llenó de regalos y de gestos para garantizarse su amor. Lo que ella quería, lo tenía. Lo llevaba a los negocios de marca y le mostraba las prendas carísimas que deseaba. Él se las arreglaba para robarlas. Estaba dispuesto a complacerla en todo. A cambio, ella le daba ardiente sexo. Chuck estaba rendido y en llamas. La canción favorita de la pareja, Evil Woman, de Electric Light Orchestra, los resumía muy bien: “…hiciste un tonto de mí, pero luego los sueños rotos terminaron…”

La gran obsesión

Marlene era quien controlaba la relación. La conducta de ella se desintegraba con la misma velocidad con la que lo hacía la mente de su madre Naomi.

Marlene empezó a pedirle a Chuck que sacara fotos sexualmente explícitas de ellos para enviar a la revista Penthouse. Lo hacía ponerse una máscara de cuero negra y le exigía que la golpeara con un látigo. Una vez incluso lo convenció de que hiciera pis sobre su cara frente a sus amigos. Chuck obedecía, estaba obsesionado con ella. La llevaba y la traía, le conseguía estupefacientes, escuchaba los problemas con sus padres y concretaba sus fantasías más alocadas.

Si lo veía dudar, Marlene amenazaba con dejarlo.

Dos veces en las que Marlene rompió la relación, él intentó suicidarse. En medio de ese huracán de dislates es que Marlene comenzó a sugerirle que tenía que ayudarla a deshacerse de sus padres.

Jim y Naomi, al principio de la relación de Chuck con Marlene, estaban contentos. Parecía un chico educado, responsable, que se ocupaba de su problemática hija. No imaginaban el monstruo agazapado que se criaba dentro de esa pareja. La máscara duró poco tiempo.

Un día, a instancias de Marlene, la pareja llevó a cabo una jornada de robos en los que consiguieron unos 6000 dólares en prendas y accesorios para ella.

En marzo de 1975 fue detenido por robar con ella 1114 dólares en un negocio de ropa. Como no tenían antecedentes no pasó nada. Pero cuando el 14 de mayo del mismo año él fue nuevamente detenido por posesión de marihuana y de armas (tenía una escopeta de caño recortado), ya no fue tan sencillo.

Esta vez, Jim y Naomi, se alarmaron y entraron en cólera. Se sentaron para hablar con Marlene y la amenazaron con mandarla pupila si no se alejaba de este peligroso sujeto. Le prohibieron volver a verlo.

A los Olive no se les ocurrió pensar que el verdadero problema pudiera ser su hija, que ella era quien necesitaba ayuda. A Chuck lo conminaron a mantenerse alejado de su familia.

Marlene, mientras, se la pasaba ideando distintas maneras para deshacerse de ellos. Una de las opciones era poner una bomba en el auto de sus padres y hacerla explotar. Otra, tirarlos con su vehículo desde un acantilado. Las discutía con Chuck quien se mostraba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella.

Concretar lo deseado

Un día caluroso de junio, luego de una pelea crucial con su madre, Marlene llamó por teléfono a Chuck y lo apuró: “Tenemos que matar a esta perra hoy”.

La obsesión de Marlene había alcanzado la cúspide, quería quitar del medio a sus padres ya mismo.

El 21 de junio de 1975, el día que comenzaba el verano en el hemisferio norte, Marlene programó un paseo de compras con Jim. Mientras ellos no estaban en casa, Chuck Riley se coló en el hogar de los Olive. Naomi estaba recostada en su cuarto de costura. Él la atacó con un martillo de los que se conocen como galponero o de orejas. La golpeó varias veces en la cabeza, pero la herramienta quedó clavada del lado del filo en el cráneo de Naomi. Ella continuaba con vida y se levantó agitada gritando. Chuck corrió a la cocina y tomó un cuchillo de carne con el que volvió para apuñalarla en el pecho en repetidas oportunidades. No quería hacer ruido ni alertar a los vecinos, por ello evitó usar su pistola. Naomi seguía respirando así que tomó una almohada, la colocó sobre su cara y la apretó con fuerza. Su suegra demoraba en morir más de lo previsto. En eso estaba cuando escuchó que llegaban Jim y Marlene. Al ver el desastre Jim desesperado intentó intervenir. Agarró el cuchillo ensangrentado y comenzó a correr a Chuck, quien ahora sí sacó su arma calibre .22 y le disparó cuatro veces al pecho. Jim cayó al suelo.

Ahora, los dos estaban muertos. Jim a sus 58 años, Naomi, con 50.

Si bien el plan inicial de Marlene no era que Jim muriera, no lo lamentó en lo más mínimo. Chuck se limpió la sangre y entre los dos envolvieron los cuerpos en sábanas y alfombras para introducirlos en el auto familiar. Se dirigieron hacia una zona rural, en el Parque Nacional China Camp, un área concurrida por cazadores. Depositaron los dos bultos inertes dentro de una enorme parrilla a cielo abierto donde los cazadores suelen quemar los cuerpos de los animales que mataron. Rociaron los cadáveres con combustible y los prendieron fuego. Después de un rato, dejaron el chisporroteo de las llamas y los huesos y se fueron.

Volvieron al hogar de los Olive.

Uno de sus errores fue invitar a un amigo en común para que los ayudara con la limpieza de la escena. Ese amigo sería, luego, un testigo crucial que diría haber visto sangre en la casa y que ellos habían referido haber quemado los cuerpos.

En los días que siguieron disfrutaron de su libertad y el dinero de los Olive. Fueron a un concierto de la banda Yes, salieron de compras, comieron en restaurantes caros… Todo usando cash, cheques y tarjetas de crédito de los padres de Marlene.

La disparatada idea final era esperar a que el matrimonio fuera declarado muerto, cobrar sus seguros y mudarse juntos a Ecuador.

¿Ángeles del infierno?

Jim Olive tenía desde hacía años un socio comercial. Pasados unos días y al ver que Jim no aparecía por el trabajo, comenzó a preocuparse. Fue hasta la casa y no encontró a nadie. Miró por la ventana y observó un gran desorden. Pensó en un robo y fue a reportar el asunto a la policía local. Las autoridades se dirigieron de inmediato a la casa de Jim y Naomi Olive, en Terra Linda. Era el 28 de junio de 1975 y habían pasado siete días desde los crímenes. Marlene no estaba. Ellos vieron que efectivamente parecía ser un lío el interior, pero no se veían huellas de sangre. Dejaron una nota a los dueños de casa para que se comunicaran con la policía.

Cuando Marlene Olive llegó a su casa y vio el mensaje decidió ir hasta la comisaría a explicar que sus padres se habían ido de vacaciones al lago Tahoe y que no habían regresado. Pero, con el paso de las horas y las preguntas, se fue enredando. Terminó contando extrañas historias para intentar justificar la desaparición. Los detectives notaban que algo no estaba bien. En la segunda jornada, la cosa cambió: Marlene sostenía ahora que Jim había matado a Naomi y que había huido. Sorprendidos los policías empezaron a presionar y ella se contradijo una vez más. Pasó a decir que su madre era una asesina y, después, que sus progenitores habían sido ultimados y llevados por un grupo llamado Los Ángeles del Infierno. ¿De qué hablaba esta chica? ¿Qué estaba pasando realmente? En breve lo sabrían.

De huesos y confesiones incompletas

En la madrugada del domingo 25 de junio de 1975, en el parque nacional China Camp, el bombero Vinc Turrini descubrió una cisterna donde había restos de una gran hoguera. Removió las cenizas y pensó que eran los restos óseos de algún ciervo quemado por algún cazador. Pero cuando en esos días escuchó sobre las desapariciones de Jim y Naomi Olive, en Terra Linda, algo le dijo que debía informar el hallazgo. Le avisó a los encargados del caso quienes mandaron a levantar los restos para que fueran analizados. Un experto en identificación de esqueletos humanos, el profesor Rodger Hagler, se ocupó de la identificación. En una semana se confirmó que, efectivamente, pertenecían a Jim y a Naomi Olive. La trama estaba más clara.

Al mismo tiempo, los detectives ya habían conseguido la confesión del novio de Marlene. Después de unos días de intensos interrogatorios, Chuck había hablado. Aseveró primero haberle pegado en la cabeza a Naomi con un martillo. Luego, se desdijo y sostuvo que, en realidad, había sido Marlene (quien había usado el martillo para reparar una plataforma de un zapato esa mañana) quien le había pegado fatalmente a su madre con la herramienta antes de irse y que, cuando él llegó, encontró a Naomi tirada en la cama, sangrando de la cabeza y con el martillo incrustado. Como seguía viva, para disminuir su sufrimiento, había tomado un cuchillo de la cocina y la había apuñalado. No contento con eso la había terminado sofocando para acabar con su padecimiento. Y explicó que, antes, había declarado diferente para proteger a su adorada Marlene y que todo recayera sobre él. Respecto de Jim aceptó haberle disparado, pero aseveró haberlo hecho como un acto de defensa personal.

Las confesiones a medias confundían a las autoridades. Tenían dudas sobre todo sobre el crimen de Naomi. Chuck no la odiaba y la manera en que lo había hecho sugería demasiado enojo y rabia. Parecía algo más propio de Marlene. Pero no encontraron en sus prendas rastros de sangre y tampoco habría tenido tiempo para cambiarse de ropa. Quizá fuera que Chuck, simplemente, no había recurrido al arma de fuego para no alertar a los vecinos.

Lo cierto es que Chuck concedió y dijo: “Teníamos que hacerlo. Ellos no me dejaban verla”. Su versión era que Marlene había ideado el plan y él lo había ejecutado.

Marlene, por su lado, se mantuvo siempre firme: era Chuck Riley el único responsable. Declaró que él la había capturado como prisionera, la había forzado a consumir drogas y había asesinado a sus padres por su cuenta. Ella no tenía nada que ver.

El primero de julio de 1975 ambos quedaron detenidos.

Sentencias desparejas

Durante la investigación se había descubierto en la casa de los Olive una carta de Marlene para Chuck sin abrir. Allí, la hija de las víctimas, había escrito: “No tengo ningún sentimiento de culpa por mis padres. NINGUNO. TÚ TAMPOCO DEBES. Relax”. En otra, decía: “… espero que puedas esperar a que tenga 17 años para casarte conmigo, o podemos matar a mis padres”.

Chuck Riley fue acusado de dos cargos de asesinato en primer grado. Su defensa llevó a un especialista en hipnosis para demostrar como un carácter fuerte como el de Marlene podía manejar a su antojo la mente de Chuck. No tuvieron éxito.

Fue juzgado y sentenciado a muerte el 26 de enero de 1976. Luego, la Suprema Corte le conmutó la pena capital por dos cadenas perpetuas sin posibilidad de salir bajo palabra antes de cumplir siete años de cárcel. Fue transferido de la cárcel de San Quentin a una en San Luis Obispo donde participó voluntariamente en programas de reeducación de la conducta y estudió Administración de Empresas. Se convirtió en un preso con buena conducta que se casó dos veces: a los 29 años con una joven que conoció por correspondencia y, luego de divorciarse, a los 31, con otra mujer con quien permaneció por diez años hasta que ella murió de cáncer de mama.

Con Marlene Olive, por ser menor, fueron blandos. La Corte dictaminó que ella había alentado e instigado el crimen, pero tenía solamente 16 años al momento de los hechos. Dieron por probado que Chuck Riley asesinó a Jim, pero nunca pudieron realmente determinar quién mató a Naomi.

Representada por Terrence Hallinan, Marlene, fue enviada al centro California Youth, en Ventura. Debía estar allí entre 4 y 6 años. Su primera oportunidad para ser liberada sería el día que cumpliera 21 años. Pero si no se la consideraba rehabilitada para ese entonces, podría seguir en custodia hasta los 23.

Fuga y nuevos pasos en falso

Una vez pasados los primeros dos años y medio de cárcel, en octubre de 1978, Marlene fue trasladada de Ventura a una prisión de menor seguridad. Era un régimen más benévolo para una joven que estaba en camino a su libertad.

Pero Marlene haría algo increíble. Antes de obtener dicho beneficio, eligió fugarse. Saltó el cerco de la institución y escapó en un auto que la esperaba fuera. Terminó recalando en la ciudad de Nueva York donde volvió a las drogas y comenzó a ejercer la prostitución.

La policía finalmente la encontró en un prostíbulo, en julio de 1979, y la devolvió a California.

En 1980 fue liberada con 21 años.

Se instaló en Los Ángeles. En 1981 fue a visitar a Chuck a la cárcel de San Luis Obispo. Cuando él le preguntó en qué estaba pensando ella respondió: “Estaba justo pensando qué pasó que perdimos la razón…”. Riley recordó, tiempo después, que ese día predijo: “No la volveré a ver jamás”.

Durante la década del 80 Marlene cambió de nombre varias veces y fue arrestada al menos en siete oportunidades por robo, drogas y fraude. En dos o tres ocasiones aterrizó en la cárcel. La policía la bautizó la Reina de la Basura, porque era capaz de hacer un buen negocio con cualquier cosa. De hecho, manejó una importante red de falsificación de documentos de identidad en la región por la que fue detenida en 1986 en la ciudad de Los Ángeles.

En los 90 salió de la cárcel luego de haber estado privada de la libertad por delitos financieros. En 1995, volvió a caer. En el 2003, fue nuevamente interceptada por la policía y puesta entre rejas por cheques falsos y por poseer un registro fraudulento. Volvió a salir.

Repercusiones del parricidio

El caso generó por sus características mucha atención. Llamaba la atención la edad de Marlene y la disparidad de las condenas.

Richard Levine, un conocido escritor con publicaciones en medios como The New York TimesNew York, Harper’s Esquire, publicó, en 1982, el libro Mala Sangre (Bad Blood), basado en el caso. Fue un best seller. Los Olive también fueron tema en el libro de John Godwin, Asesinatos en Estados Unidos: la manera en que nos matamos (Murder U.S.A.: The Ways We Kill Each Other).

En la década del 90 el libro de Levine inspiró a la conocida artista Marlene McCarty quien creó una serie de dibujos de chicas asesinas. Uno de sus dibujos se titula Marlene Olive y es parte de la colección del Museo de Arte Moderno.

En el año 2014 los “Asesinatos de la Parrilla”, así bautizaron el caso los medios norteamericanos, fueron llevados a la pantalla en un episodio de la serie Chicos Asesinos bajo el título, Por favor, mata por mí.

Chuck, Marlene y ¿la libertad?

Una vez cumplidos los primeros siete años de encarcelamiento, Chuck comenzó a pedir la libertad bajo palabra. La solicitó una docena de veces y siempre le fue negada. En 2011 apeló la decisión y consiguió un triunfo, pero el gobernador Jerry Brown modificó esa posibilidad el 6 de febrero de 2015. Chuck volvió a pelear y, en diciembre de 2015, su pedido habría sido aceptado. Los que estudiaron su conducta en la cárcel dijeron que en él el riesgo de violencia es bajo.

Lo cierto es que, en la actualidad, poco se sabe del asesino y la instigadora. No hay nuevas fotos de ellos, ni conocemos los nombres que pueden estar utilizando. Hoy son mayores que sus víctimas al morir: Chuck tiene 67 años y Marlene 63.

Jim y Naomi murieron conscientes de quién les arrebataba la vida. Fueron segundos en los que sus miradas se cruzaron con sus victimarios. Que hubo en esos ojos… ¿pavor? ¿sorpresa? ¿horror? ¿enojo? ¿resignación?

Solo Marlene y Chuck lo saben y no parecen dispuestos a revelarlo.