William Anseume: Acerca del día del estudiante

Desde luego, cada 21 de noviembre se rememoran gestas inolvidables, pero también inocultables con palabras vacuas. El día del estudiante celebra la entrega estudiantil a la lucha reciente, la que coronó sus propósitos en el año 1958, ninguna otra cosa, por más que se quiera disimular. Ah, bueno, sí, la evocación incluye remembranza quizá desde la bien afamada batalla de La Victoria. Todas esas actuaciones en un día agolpadas. También resumidas en el término estudiante y su significado de búsqueda de cambio para mejorar.

Ninguna rememoración puede dejar de lado un nombre: Juan Requesens, quien fuera presidente de la Federación de Centros de Estudiantes de la UCV y quien continúa bajo las garras de un régimen de terror que no se desvanece con disimulos o escondrijos. Y sí un régimen del cual los venezolanos estamos hartos, cansados, hastiados de que no nos deje vivir en paz y de que no haga lo conducente para que la ciudadanía pueda realizarse con tranquilidad, que persigue y acosa, que tortura y que mata. Más de siete millones de connacionales huyendo no son minucia. Más de trescientos presos y torturados al día de hoy, miles de sometidos a regímenes de presentación o límites de todo tipo no pueden ocultarse con una bailanta y unos pollos, o unas cajas y bebida, no.

No somos los mismos. Los acusados por delitos de lesa humanidad son unos y nosotros somos otros, diferentes, con visiones y percepciones del mundo distintas a quienes se sustentan también en pranes, en macabros guerrilleros, en verdugos ambulantes denominados fuerzas de seguridad del Estado o colectivos, por igual. Pues no. No podemos compartir como si nada con quienes debemos enfrentar en este combate. Porque no somos los mismos. La esencia nacional no es ni debe ser el hampa, el sometimiento del otro al poder inmodificable. El desconocimiento de la Constitución, las leyes, los acuerdos internacionales. No para eso se formó está nación en el siglo XIX. Imposible revolvernos, unificarnos así.





Indico esto sin saber el resultado del otro diálogo, imaginándolo. Una cosa es la oposición y muy, muy otra es el poder que nos tiene secuestrados y sus acólitos. Que sí, que algunos se arrepienten de sus fechorías y se vuelven opositores, bienvenidos, pero con cuidado, con sumo cuidado, vigilancia y distancia, hasta que prueben sus palabras con acciones muy demostrativas. Y no se trata de intolerancia, se trata de definiciones pautadas por la realidad. No puedo concordar con quién no ha hecho más que atacar desde el poder. Con quién solo usa el poder para desbaratar despiadadamente a quien no lo acompasa. Y aúpa a quienes lo respaldan, evidentemente, arrollando todos los derechos. ¿Como está hoy la universidad? ¿Somos los mismos?

Claro, se entiende, que un estudiante rechace el estado actual de la universidad y de la educación en Venezuela. Que repudie placas oficiales, que repudie el plan Universidad Bella en cuanto al modo en que se ejecuta, la corrupción, el allanamiento permanente y multimodal de la autonomía, la situación escabrosa de los profesores, empleados y los propios alumnos, el desplazamiento de sus congéneres, los presos políticos, la desnutrición y el abandono de la salud. También los problemas de los servicios. El robo de María Lionza. Todo. De vez en cuando es bueno leer la Fiebre de MOS. Es natural que el estudiante pida paz y amor. Pero no a costa del olvido, como si nada. Menos a sabiendas de todo lo que ese olvido puede implicar.

La unidad es de todos los factores que se oponen verdaderamente al poder destructor del Estado. Otra unidad no es posible. Vivan los estudiantes corajudos, herederos de una historia que no se puede sepultar con dos o tres palabrejas espetadas. ¡Vivan los estudiantes!