La angustia de la gente mas sencilla que vivimos en este país busca un liderazgo que nos convoque a todos para encontrar salidas y vencer el escepticismo que nos está consumiendo. Mientras tanto, las noticias son alarmantes y traen más desconsuelo y pesimismo, hundiendo aún más el espíritu libertario y combativo de los venezolanos.
Las cifras hablan por sí solas: 94,5 por ciento de la población está bajo el umbral de pobreza, de las cuales el 76,6 por ciento vive en situación de miseria con un salario mínimo de 14 dólares mensuales, según cifras de la Naciones Unidas.
Ante esta realidad, el régimen chavo-madurista mira para otro lado y argumenta con la ya consabida “invención de los medios para desprestigiar el paraíso socialista de Venezuela”. Los venezolanos vendiendo sus pocas propiedades mas que emigrar huyen despavoridos de su propio país que les niega una vida digna.
Miles de venezolanos se agolpan en las fronteras de Panamá, México y los Estados Unidos expulsados y esperando ser expatriados sin una moneda en el bolsillo a su país donde les espera más amargura. Son desgarradoras las imágenes en los noticieros internacionales de las agresiones y el desprecio a donde llegamos a pedir auxilio.
Muchos de los que quedamos en este país sufrimos los salarios de hambre, la deficiencia de los servicios públicos, el irrespeto de los derechos humanos más elementales y en ocasiones constituyen crímenes de lesa humanidad. Mientras, cientos de niños y enfermos mueren por no tener dinero para comprar las medicinas y el colapso de los hospitales y servicios ambulatorios.
El régimen ante esta calamidad no da respuestas y su único objetivo es mantenerse en el poder a toda costa sin importar el sufrimiento de la gente.
Los sectores de la oposición democrática lucen divididos y no presentan una verdadera opción de cambio radica que claman las grandes mayorías.
Nada halagador esta en el horizonte el drama se agudiza, sin embargo “las esperanzas son las últimos que se pierden”.
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