Alfredo Maldonado: Scherezade a cara descubierta

A los nunca sonrientes ayatollahs iraníes, amargos cultores del islamismo más destinista y feroz, intolerantes con Salman Rushdie y cualquiera que no piense exactamente como el Corán taxativo y medieval –o sea, como dicen los ayatollahs o algún mullah destacado- el fanatismo se les está saliendo de los rieles.

Despectivos y explotadores de la mujer en general –total, el propio Mahoma creó esta mescolanza de tradiciones árabes, algún ejemplo de Jesús, aletazos del arcángel Gabriel y miles de vírgenes esperando en un cielo peculiar hablando y especulando sin trabajar, mantenido por los reales de su viuda- los clérigos iraníes que además son gobernantes y ductores del que fue en tiempos históricos un gran pueblo, echaron al tirano desarrollista Reza Pahlevi –que terminó muriendo de cáncer dando vueltas por el mundo en busca de refugio- e instalaron una dictadura religiosa basada en preceptos medievales.

Las mujeres iraníes, que habían dado importantes pasos de avance social, humano y económico bajo la tiranía militar y desarrollista de Pahlevi, debieron regresar a las ropas de total cobertura y al sometimiento al mandato masculino, a ser casadas con quienes quisieran sus padres y no ellas, a ser encerradas en el hogar bajo el mandato de un hombre por serlo, independientemente de quién tuviese mejor educación.





Varios ayatollahs han pasado desde el aparatoso regreso de aquél gruñón e intolerante Jomeini y hay que reconocer que Irán ha progresado en lo económico por ser un país petrolero y en lo militar por ser un Estado terrorista poseedor incluso de un arsenal atómico destinado, principalmente, a Israel.

La última maravilla del fanatismo iraní es que el Presidente venezolano, que sabe poco de los objetivos iraníes, del terrorismo que asesinó decenas de judíos en Buenos Aires y de los propósitos terroristas de Irán, se ha comprometido a cederles un millón de hectáreas de tierra productiva venezolana, sin consultar a nadie.

Pero al menos las mujeres de Irán están comenzando a reaccionar, muchas se han arrancado los velos oscuros de las caras y se han lanzado a las calles, asegurando que no regresarán a sus casas hasta que puedan hacerlo vestidas como les dé la gana y sin el mandato masculino. Es decir, en un régimen que no sólo les permita sino que las incentive y las respalde para vivir como seres humanos del siglo XXI.

Tal vez el régimen de Teherán decida ejercer la dura tiranía masculina para controlar a sus mujeres, pero nos da la impresión de que esta vez no les será tan fácil. Los tiempos han cambiado, los pensamientos oficiales de los ayatollahs y mullahs no. Dicho en otras palabras, lo que parece venir en Irán es un enfrentamiento entre una jerarquía religiosa enterrada en el pasado y contra el mundo, y unas mujeres envueltas en el siglo XXI con el mundo.