Los seres humanos, ¿perdimos la cola o nunca la tuvimos?

Los seres humanos, ¿perdimos la cola o nunca la tuvimos?

La evolución de la especie humana transitó por tres hitos fundamentales, que no ocurrieron simultáneamente: la ausencia de la cola como apéndice, la adaptación a la posición erguida y la locomoción en dos piernas o patas (la bipedestación) (Getty Images)

 

 

Parece ser, a la luz de las investigaciones más serias y recientes que los seres humanos nunca perdimos la cola porque jamás la tuvimos.





Por Dr. Juan Enrique Romero | Infobae

La cola, el rabo, es una característica muy importante que presentarían todos los vertebrados. Se trata de un apéndice elongado ubicado en el extremo posterior del cuerpo que comienza por detrás del ano.

Cuando en la evolución del esqueleto aparecieron las vértebras, la cola, ubicada en el extremo de la columna vertebral, se apoyó en las últimas vértebras.

Siempre tuvo como función propulsar y timonear el movimiento en el primitivo medio acuático. La conquista del medio terrestre implicó una verdadera revolución evolutiva que abarcó también a la cola.

El cuerpo de los mamíferos cuadrúpedos, se asemeja a un puente, en el que el tronco (el puente en sí) está suspendido entre los dos pares de patas (los pilares o sostenes del puente), los músculos y ligamentos al ser elásticos y flexibles equilibran las tensiones, y los huesos por ser duros y rígidos resisten las compresiones (EPA)

 

En la tierra la cola ya no propulsaba el movimiento, lo hacen exclusivamente las patas. Su presencia, resultaba un problema por la gravedad si aspirábamos a no vivir arrastrándonos.

El cuerpo de los mamíferos cuadrúpedos, se asemeja a un puente, en el que el tronco (el puente en sí) está suspendido entre los dos pares de patas (los pilares o sostenes del puente), los músculos y ligamentos al ser elásticos y flexibles equilibran las tensiones, y los huesos por ser duros y rígidos resisten las compresiones.

Como el animal se tiene que desplazar, el puente debería ser móvil y la cola tendría que jugar un papel fundamental equilibrando el apoyo, al oscilar lateralmente, actuando de contrapeso. La cola también actuó, en muchos animales, formando un trípode, como tercer apoyo, como hoy se observa en los canguros.

La cola también actuó, en muchos animales, formando un trípode, como tercer apoyo, como hoy se observa en los canguros (Europa Press)

 

La cola puede intervenir en muchas otras funciones como la defensa, la depredación, la atracción sexual, la reserva de nutrientes, como timón en las aves, como elemento de comunicación social, para la reparación térmica y también como herramienta prensil, en las especies arborícolas para el desplazamiento de rama en rama.

Si el rabo es un elemento tan dúctil y funcional, ¿por qué lo hemos perdido evolutivamente los seres humanos? Parece ser que no es que los seres humanos hayamos perdido la cola, es que nunca la tuvimos.

La evolución de la especie humana transitó por tres hitos fundamentales, que no ocurrieron simultáneamente: la ausencia de la cola como apéndice, la adaptación a la posición erguida y la locomoción en dos piernas o patas (la bipedestación).

La pérdida de la cola ocurrió cuando todavía el desplazamiento era con las cuatro extremidades y esto se aprecia en los gorilas y chimpancés que se desplazan de esta forma sin tener cola. Por lo tanto, la pérdida de la cola es un fenómeno evolutivo independiente a la postura erguida y que ha ocurrido con anterioridad a la aparición del primer antecedente humano.

Por el designio tajante de la genética nos hemos perdido una herramienta funcional que aunque de poco nos sirviera al menos hubiera sido un elemento de seducción imaginándola lustrosa cautivando a quien la contemplara (Getty Images)

 

O sea, que en nuestra línea evolutiva el rabo se perdió mucho antes de que apareciéramos como algo parecido al ser humano. Lo que parece ser es que la cola se perdió de forma drástica debido a una mutación repentina.

Las mutaciones son al azar genético, ocurren y si no afectan a la eficacia biológica de la especie, se mantienen. Así ocurrió con la desaparición del rabo que al no afectar negativamente a nuestros antepasados persistió en el tiempo hasta hoy.

Por el designio tajante de la genética nos hemos perdido una herramienta funcional que aunque de poco nos sirviera al menos hubiera sido un elemento de seducción imaginándola lustrosa cautivando a quien la contemplara.

*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.