Ángel Lombardi: ideologías, masa y poder

La función de las ideologías (Horkheimer) es lo opuesto a la “verdad” de la ciencia. La ideología “es un saber que no tiene consciencia de su dependencia”. Un falso-saber que genera falsa consciencia frente a la realidad. Es el pivote de las creencias sin más. Génesis del fanatismo y causa principal de tiranías, dictaduras y sistemas totalitarios. Sobre esta base se han construido las mitologías de las anacrónicas denominaciones de derechas e izquierdas. Tanto el comunismo, como el nazismo, como el fascismo y todas sus variantes se construyen sobre la oferta mesiánica de un “mundo-mejor” de satisfacción de nuestros deseos y necesidades, un nuevo-mundo-feliz, con su respectivo mesías, llámese Lenin, Stalin, Mao, Hitler, Mussolini, Franco, Idi Amín, Nasser, Saddam Hussein, Khadaffy, Kim Jong, Fidel, Chávez, Ortega, etcétera. 

Masa y Poder (Elías Canetti) sería la identificación concreta de la política en el siglo 20 como la “guerra con otras armas”. Todos los citados y otros como ellos, creen en la violencia para acceder al poder y para conservarlo. Tiranos y dictadores no vienen del espacio ni los crea el diablo ni son castigos de Dios. Usualmente son personas corrientes, ambiciosos y codiciosos, narcisistas y sin escrúpulos con cualidades muy grandes de manipulación. Craso error llamarlos “líderes carismáticos”. Max Weber utilizó la expresión para explicar y recalcar el efecto cuasi-religioso y de culto que llegan a generar en la muchedumbre. Sus “muletillas” de fanatización se nutren del inconsciente colectivo y las carencias materiales y psíquicas afectivas de la población. Stalin era el “padrecito” de la patria rusa y soviética y guía de su grandeza. Mao, el “gran timonel” y su evangelio era el Libro Rojo de obligatoria lectura. Khadaffy “el guía” y su Libro Verde. Hitler tenía su biblia Mi Lucha de obligatoria enseñanza.

El director de cine Ingmar Bergman en su libro autobiográfico: “La linterna mágica” cuenta que fue a la Alemania nazi como estudiante de intercambio por seis semanas y lo llevaron a un liceo para que oyera una clase, tocaba de religión y el profesor solo habló del libro “Mi Lucha”. Todos adoraban a Hitler, dice Bergman, y el saludo usual en toda ocasión era el saludo nazi. Mussolini prometió a los italianos que volverían a la grandeza del imperio romano, y su símbolo “el-fascio” (fascismo), era un símbolo de poder en la antigua Roma. Un dictador, no importa cómo se denomine, quiere durar para siempre, inclusive más allá de su propia muerte, aspiran a un régimen milenario y dinástico. Herederos de sangre o por designación “he ahí el ungido”. La idolatría llega al extremo del “embalsamamiento y sarcófago” (tipo faraón egipcio) expuestos a sus fieles, como sucedió con las momias de Lenin y Stalin en sus cajas cristal en la Plaza Roja de Moscú. 





El “culto a la personalidad” forma parte del ritual de las tiranías igual que el culto necrofílico y patológico que termina otorgándoles poderes mágicos al líder. A Franco, en las procesiones, se le ubicaba bajo “palio” resaltando su imagen como defensor de la fe, la patria y la familia. Otros se asumen como encarnación y símbolos de la nación o del pueblo. Aquí en Venezuela deben recordar cuando Chávez dijo que él ya no se pertenecía a sí mismo, que pertenecía al pueblo, que él era el pueblo y que gobernaba el pueblo. Los ejemplos en la historia se multiplican y responde a la vieja tradición del culto a los héroes, tanto en la hagiografía religiosa como política y que en la historiografía ensalzaron Emerson y Carlyle en la tradición de Plutarco y otros muchos historiadores. Al final la conclusión es simple, en los últimos tres siglos hemos pasado de las monarquías absolutas al autoritarismo y totalitarismo absoluto. Monarcas sin corona, pero con la misma pretensión: “el estado soy yo”, según la frase archirrepetida de Luis XIV o Yo, el supremo, título del libro de Augusto Roa Bastos, arquetipo del dictador latinoamericano y sus ilustres antecesores literarios, Tirano banderas de Valle Inclán y el Sr. Presidente de Miguel Ángel Asturias.

Mucho se ha avanzado en la lucha por la libertad, la democracia y los Derechos Humanos, pero las amenazas autoritarias siempre están allí, se puede retroceder, nuestro caso venezolano es emblemático, y la libertad siempre está amenazada, inclusive en sistemas democráticos consolidados e institucionalizados como el norteamericano. Trump es un ejemplo, un populista autoritario que intentó subvertir el sistema a partir del miedo de los WASP (blancos, anglosajones, protestantes). El muro aislacionista fue su símbolo y obtuvo 76 millones de votos.