El arraigo es para siempre, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

La historia no empieza como se supone ni termina como lo esperabas. Mucho se dice, conjetura y teoriza sobre las razones de los millones de venezolanos que huyen despavoridos, casi fugándose, en la búsqueda de un mejor futuro para sus familias. Masiva evasión que genera agradecimiento y gratitud para quienes los reciben con generosidad solidaria. Animadversión y antipatía con quien los rechazan sin consideración ni comprensión; después de lo mucho y bueno que la pasaron entre nosotros.

En un Estado fallido, la estampida migratoria luce como única opción. Sin juzgar las conciencias por la cual cientos de miles toman la difícil decisión de inmigrar, tanto o más se debiera platicar de los que siguen aquí, no los que prometen todos los días acabar con el castro-madurismo y se amanceban, sino la gran masa de los que aguantan e insisten sinceros en querer echarlo. De los que están plantados, activos y determinados. A los que no les tremolará el viento, porque son inmóviles. 

De los pobres y ricos, jóvenes y adultos, mujeres y hombres, que continúan, empecinados en vivir, sobrevivir en esta Venezuela a pesar de las cornetas de lamentos que hace llorar corazones. Sin garantías ni derechos, con poca agua, electricidad deficiente, casi nada de internet, gasolina de la peor calidad y más cara del mundo -que ni siquiera hacemos nosotros-. Tratando de vender y comprar con dólares que no alcanzan y bolívares que no se tienen; vigilados en alcabalas móviles por policías armados sin uniformes, aunque con pantalones cortos que se corresponden a los calores tropicales.





Venezolanos con Venezuela, dignidad, coraje, firmeza enraizada en la sangre, abolengo categórico, estirpe libertaria, ADN de la venezolanidad y voluntad de sufrir lo que sea necesario para no dejarnos vencer. Los que cumplen trabajos, humildes o envidiables, que abren las ventanas del país cada mañana y ponen los candados por la noche, que sostienen empresas con esfuerzos, crean nuevas e invierten con dinero legítimo, producto de la constancia, ingenio, estudio y talento.

De alma y corazón, arepas, empanadas, cachapas, pabellón criollo, jugo de papelón y cochino frito; de angustias, esperanzas, sueños y capacidad de perseverar, que celebran menos navidades y años nuevos que traen tanto expectativas como preocupaciones. Que no se dejan arrojar a un lado, que no escuchan ni al régimen que miente mientras falla ni a la oposición que falla al mentir. La gran mayoría que continúa sembrando con empeño y sudor cada día el campo; la industria y el comercio en iniciativas. La valentía de levantarse de las ruinas y fracasos, la fe de quienes mantienen frente y cara en alto; que cada noche y mañana, están listos para barrer desechos y empezar a construir la Venezuela democrática, de bienestar y libertad, sorprendida en su buena fe, engañada y secuestrada hace veintiún años.

Un sinnúmero de venezolanos se ha ido dejando una patria decepcionante para que se resuelva como pueda, muchos más siguen aquí resolviéndola. Ellos, con arraigo ciudadano y popular, son los que más que historia, hacen patria. Quienes tendrán lista una gran nación a la cual puedan regresar los que perdieron la esperanza, para que retorne la firmeza, raigambre y ambición de renovar raíces permanentes, inolvidables, inmortales.

Como los temblores que vienen de tiempo en tiempo, hacerse de la estabilidad una virtud. No permitir que transcurra frente a nuestros ojos la vida, siempre corta, sin afianzar resultas e implantarse firme al terruño y procedencia; atiborrados de ilusiones, espíritus y aparecidos, sumergidos en el olvido, soñando un país, pero la realidad se impone, la vida es aquí y ahora, con sueños, pesadillas, gente buena y mala también. 

@ArmandoMartini