Oscar Arnal: Gobierno maquiavélico

“El príncipe” de Nicolás Maquiavelo está entre los libros más polémicos de todos los tiempos. Del apellido del autor derivó el adjetivo maquiavélico, que significa perverso, astuto, engañoso o mal intencionado. También Maquiavelo evoca una época, el renacimiento, donde el ser humano pasa a ser el centro, dejándose de lado la subordinación a cualquier Dios o religión. Por ello la obra es digna de un tiempo descarnado. Sin embargo, con los años el Concilio de Trento la condena y el Cardenal arzobispo de Canterbury, afirma está escrita por “la mano del diablo”. Para “El príncipe” el cristianismo y la religiosidad son debilitantes, porque hacen al hombre bueno, le dan escrúpulos, que es lo contrario de lo que debe hacer quien aspire a tomar y a conservar el poder según el autor.

Con Maquiavelo “el fin justifica los medios” y la obra trata sobre las clases de principados, la forma de conquistarlos, mantenerlos y la razón por las cuales se pierden.

El tema de la legitimidad no importa a Maquiavelo, sólo “el poder por el poder”. Para conquistar el poder hace falta la mayor cantidad de armas. Los príncipes mejor armados, con mayor logística y dinero han vencido, los desarmados se han arruinado. Habla de buenas armas y buenas leyes. Para el autor la virtud es el actuar con energía, empuje, resolución, valor indómito y feroz. Haciendo un símil afirma que a la mala fortuna hay que tratarla como a las mujeres con: audacia, ímpetu, irrespeto y temeridad. Preparar diques para cuando se atraviese la mala fortuna contener sus estragos.





El líder debe ser mitad hombre y mitad animal. Y entre las fieras combinar dos: el zorro y el león. El zorro por la astucia, para no caer en las trampas, y el león para infundir un terror feroz. Lo ideal es ser temido y amado a la vez, pero nunca odiado. Si hay que escoger, mejor temido que amado, porque los hombres aman a su conveniencia y se apartan ante los peligros, pero tienen miedo de ser despojados de sus mujeres o sus bienes. Por ello, el príncipe no debe atentar ni contra los bienes, ni contra las mujeres de sus súbditos, que son sus tesoros más preciados.

El príncipe debe dedicar su vida a dominar el arte de la guerra, nada hay más peligroso para su destino que la desviación hedonista. Debe además mostrar que actúa con humanidad, pero en caso de necesidad debe saber entrar en el camino del mal. Debe aparecer siempre como el defensor de un pueblo, que no busca oprimir, sino no ser oprimido.

A lo largo de las dos últimas décadas hemos visto que quienes ejercen el poder lo hacen sin importar cuál será el juicio de la historia y su trascendencia. Sin atención a los principios éticos y democráticos, violando los derechos humanos. Lo único que les importa es retener el poder, aunque llegaron debido a que tuvimos democracia. Es el absolutismo. La quinta esencia del maquiavelismo. La traición a los ideales. El régimen de hecho y no de derecho.

@OscarArnal