El orgullo de ser venezolano se pierde cuando uno lleva dos días sin comer

El orgullo de ser venezolano se pierde cuando uno lleva dos días sin comer

Foto: La Verdad

 

 

-¿Alguna vez llegaron a pensar que tendrían que emigrar de Venezuela?





Le preguntamos a los tres jóvenes varguenses que pedían ayuda a los automovilistas en una de las tantas calles de de Quito donde se aglomeran centenares de jóvenes venezolanos, con su respectivo cartelito, publica La Verdad.

-No, nunca, que íbamos a estar pensando en eso; ni siquiera sabíamos que podíamos viajar fuera del país.

Nos contesta Luis González, un joven boxeador que hoy está con su bebé en brazos, buscando “matar tigres” para mandarle plata a su familia en La Guaira.

-Siendo así, que nunca pensaron en viajar al exterior, ¿por qué decidieron salirse de Venezuela?

-Porque estábamos pasando hambre. La situación se ponía cada día más fea con los precios que suben y suben, los ingresos que bajan y bajan, la escasez de trabajo, de comida y de medicinas, sostiene Hernán González, quien trabajó durante un año como maletero en el aeropuerto de Maiquetía, pero como cada vez son menos los pasajeros, sus ingresos escaseaban día a día.

-Teníamos más de un año comiendo puras lentejas y caraotas, y cuando mejoraba la cosa comprábamos sardina o mortadela, nos revela Hernán.

-Pero, ¿un año sin comer carne? ¿ni siquiera un pollito?

-Más de un año sin comer carne, corrobora. Yo estoy comiendo pollo y carne es ahorita aquí en Quito.

Los tres coinciden en que sus familias se estaban muriendo de hambre y había que aventurar para “no quedarse seco”. Y aunque no tenían ningún familiar o amistad que les prometiera ayuda al menos para los primeros días, metieron la poca ropa que aún les quedaba en unos bolsos que regala la revolución con la bandera nacional en el reverso, y arrancaron.

-Teníamos la ropa desteñida y los zapatos pidiendo cacao, porque no se puede comprar ropa, ni zapatos cuando no hay ni para comer, confiesa Luis González.

-Y para él peor porque por avispao le robaron el bolso en Rumichaca y lo dejaron sin nada, le dice con sorna César Matías. Y recalca la vestimenta de Luis franela desteñida, shores y unas cholas que están en sus últimas.

Todos reímos, incluido el avispao.

Ellos se vinieron en autobús hasta Ureña pasaron a Cúcuta y de allí entre colas de camioneros y mucho caminar, llegaron a Quito. Aunque “si la cosa se pone dura” seguirán hasta Perú, donde la economía está mucho mejor que en Ecuador.

¿Y cómo queda el orgullo de ser venezolano?

-Uno pierde el orgullo cuando tiene dos días comer…

-¿Saben que esta fue la ruta que siguieron los libertadores venezolanos, los que derramaron su sangre para libertar a Colombia, Ecuador, Bolivia y Perú?

-Sí, pero ahora somos nosotros los que necesitamos que nos ayuden, porque la revolución nos transformó en un país de hambrientos. Les pedimos, en nombre de esa hermandad, que no nos discriminen como nos ha pasado, varias veces, porque algunos al oírnos hablar inmediatamente se ponen como ariscos, pensando que uno los va a robar. Nosotros no somos ladrones. Somos venezolanos que nos hemos visto obligados a abandonar el país por la necesidad, pedimos ayuda, podemos trabajar de lo que sea, pero no somos ladrones, nos dice con sentimiento César Matías, quien tiene a su hija de dos años en brazos.

Piden que se les ayude porque ya Venezuela, aunque es un país con grandes riquezas, con las reservas probadas de petróleo más grandes del mundo, oro, coltan, “ahorita está en la miseria. Ya no es la de antes. No hay ni gas, la gente pelea por una bombona”, interviene Hernán, quien es el más joven de los tres, tiene un hijo, y vivía cerca del llenadero de gas de Pdvsagas, en Zamora, por lo que le preguntamos si tenía gas en su casa.

-Nooojo…para comprar gas hay que matarse con los demás, o comprárselo a los bachaqueros. Muchas veces tuvimos que cocinar a leña, a la antigua, porque el gas no se consigue.

Los tres piden que Nicolás Maduro recapacite y reconozca que está poniendo a sufrir a todos los venezolanos.

-Que se vaya no por uno que ya está grande, sino por los niños que están pasando hambre y calamidades. Yo tengo 25 años y no soy ni del gobierno ni de la oposición y si llego a votar lo haré por un buen país para mí, para mí familia, por algo que valga la pena. Como antes que uno iba para Farmatodo y había leche, pañales, todas las medicinas, de toda vaina.

Sostiene César Matías quien trabajó como mototaxista, durante dos años y tuvo que abandonar, primero porque tuvo un accidente y se fracturó una pierna y, segundo, porque las carreritas no le alcanzaban para comprar los cauchos. El hombre vendió su moto Empire y se arrancó para Colombia.

“Uno se viene para acá y sobrevive con cualquier cosita y puede mandar 20 o 30 dólares mensuales para la familia en Venezuela”, pero no es el punto. “Lo ideal es que uno pueda tener trabajo y oportunidad en su país”.

Insisten en que Maduro debe dar paso a otro Presidente, para que “las cosas vuelvan a ser como antes, cuando los ecuatorianos se iban a trabajar para Venezuela” y no como ahora que los venezolanos se están viniendo para acá para no morir de hambre.

Recuerda que hace dos años, cuando tuvo un accidente con la moto fue un drama en el hospital.

-No había anestesia, ni yeso, ni nada. A mi me pusieron un clavo y cuando me tocaba que me lo sacaran no pudieron hacerlo porque no hay nada. Todavía lo tengo, indicó.

Estos venezolanos han sufrido la xenofobia creciente fundamentada en que la oferta de empleo cayó en Ecuador y llegan muchos venezolanos que aceptan cualquier trabajo con sueldos por debajo del mínimo (394 dólares) a pesar de que los ponen a trabajar entre 10 y 12 horas diarias, aunque generalmente les dan el almuerzo, lo que alivia.

-¿Tú sabes que es chimbo? Que uno venga con su esposa por una acera y venga una familia ecuatoriana y se vayan para otro lado, porque piensan que uno los va a robar. Pagamos justos por pecadores y es muy chimbo, ¿ves?, remata con dolor César.