Un hombre dice que es asexual y pide que le quiten los testículos

Un hombre dice que es asexual y pide que le quiten los testículos

 

 

 

«¿Es que eres gay?», era la pregunta de siempre. Antonio (nombre supuesto) prefería no contestar. Cuando empezó a salir con una chica a los 21 años se dio cuenta de que no sentía lo mismo que sus amigos con sus ligues. Ni siquiera un beso lo excitaba. Con el tiempo tuvo otras aventuras y todas acabaron de la misma manera y con la misma pregunta. Antonio terminó harto de que lo tomaran por lo que no era. De no saber con certeza quién era él. De lo único de lo que estaba seguro es de que no era homosexual, ni heterosexual, ni bisexual. ¿Entonces?, publica El Mundo

Por PACO REGO

Todo empezó a cobrar sentido en su embarullada cabeza a raíz de una conversación con una de sus amigas. «Yo creo que eres asexual», le espetó ella. Y en esas letras el ingeniero informático encontraría la explicación a su falta fantasías y su nulo interés por el sexo. Hoy, con 38 años, no sale con nadie ni lo desea. Puede enamorarse, puede ser romántico, pero no siente necesidad de acostarse con esa persona, aunque reconoce, eso sí, que la pulsión biológica se mantiene. Y no lo soporta.

Harto de las erecciones, cuando en realidad no siente deseo por nadie, decidió tomar una decisión radical: los testículos le sobraban. Y sin darle más vueltas al tema se fue a una consulta privada con la esperanza de que accedieran a su castración. «Quiero que me quiten los testículos», pidió ante la sorpresa del equipo médico, que sin titubear se negó a complacerlo. Puede parecer una locura -quizás lo sea- pero la realidad es que Antonio, una persona culta que sabe de arte, ha leído a los clásicos griegos y está al día de los avances de la Física, no es el único español que desea cortar por lo sano sus atributos de masculinidad.

«También a mí se me pasó por la cabeza», reconoce Javier. Fue al entrar en la adolescencia cuando supo con certeza que el sexo no le gustaba. Puede tener pareja -de hecho, «la tuve, como muchos otros asexuales»-. Pero no funcionó. «¿Qué te pasa, tío?, ¿es que eres de piedra?», le recriminaban. La tormenta fue amainando y al cumplir los 21, volviendo del estudio de aparejadores donde trabajaba, Javi, que no es un enfermo ni tiene una tara, se puso a buscar en las redes sociales a gente a la que le pasara lo mismo que a él. Lo necesitaba.

«Encontré a decenas de personas, quizás cientos, asexuales». Y, de alguna manera, aquel descubrimiento «fue un alivio» para él. Al menos un alivio momentáneo. «Decidí que ya no tenía que fingir más o aparentar para encajar en la sociedad».

Ahora tiene 27 años y hace tres, asegura, vivió uno de los «momentos más complicados» de su asexualidad. «Sí, se me pasó por la cabeza quitarme los testículos. No los necesitaba. Estaba harto de las erecciones. Los huevos me sobraban». ¿Y lo hizo? «Qué va, me entró mucho miedo… Sé de algunos asexuales que lo han intentado en Holanda o Tailandia. Yo no me atreví».

La andróloga Ana Puigvert, un referente en la especialidad, admite que no es la primera vez que recibe una petición así en su consulta de Barcelona. «Vinieron a verme tres chicos, en fechas distintas, sin alteración orgánica alguna, y me lo plantearon. Me negué rotundamente…». ¿Por qué se negó? ¿Por una cuestión de conciencia, quizás? «No, me negué porque estaban sanos, no lo necesitaban, sería una barbaridad».

Algunos asexuales dicen que saben de otros que han ido al extranjero a operarse, concretamente a Holanda o Tailandia. ¿Le consta, conoce clínicas en esos países que ofrezcan este tipo de intervención? «La verdad es que no. Tampoco es habitual que alguien se presente pidiendo tal cosa. Pero está pasando». Dice más: «La asexualidad no es un proceso natural sino que es una decisión o un comportamiento ante un proceso vital que hace que estas personas deseen eliminar una función fisiológica del organismo, y de forma voluntaria incluso cambiar su anatomía mediante métodos quirúrgicos o farmacológicos».

María, igual que Javi y Antonio, también fue una incógnita para sí misma. En su entorno murmuraban que era «rarita», aunque eso a ella no le hizo sentirse desgraciada. Al contrario. Dice que se siente feliz de ser como es. Supo con certeza que era asexual cuando entró en la adolescencia. «A los 14 años me di cuenta de que no me gustaba tener sexo», explica.

Fue a los 24, volviendo de una fiesta a las cuatro de la madrugada, cuando María se puso a buscar en internet a gente como ella. «Así descubrí que yo era asexual. Estaba un poco cansada de que mi familia pensara que, como no iba con chicos, me gustaban las chicas. Pero no me atrevía a decirles que era asexual. Tampoco el resto de la gente de mi entorno más cercano entendía nada». Lo que a María sin embargo le cuesta más comprender es el rechazo del colectivo LGTB. «No sé por qué pero no ven con buenos ojos a los asexuales».

Después de la heterosexualidad, la homosexualidad y la bisexualidad, algunos expertos apuntan a la asexualidad como la cuarta orientación sexual, aunque no hay consenso sobre ello. Y es que las personas con un bajo deseo sexual siempre han existido, aunque hasta el siglo XXI no hayan tenido una palabra para definirse. Salvador Dalí, en su libro ‘Vida secreta’, se refirió al sexo como «aquello no es para mí». La falta de sexualidad de Adolf Hitler fue discutida en ‘The Hidden Hitler’. También Chopin o personajes como Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle, o Sheldon Cooper, de la televisiva serie The Big Bang Theory, para quien el sexo es un mero trámite social, podrían ser ejemplos de personas asexuales.

Los estudios publicados aún son escasos y se limitan a constatar que la asexualidad existe. Tampoco hay estudios a nivel mundial, sino que se ciñen a la población estadounidense y británica en la mayoría de los casos. En 2004, el estudio Asexualidad: prevalencia y factores asociados en una muestra probabilística nacional, publicado en el Journal of Sex Research, confirmó que el 1% de la población pertenece al colectivo asexual (unas 70 millones de personas en todo el mundo). Igual tasa que en España, según estimaciones de la Asexual Community España (ACE), integrada por alrededor de 400 asexuales, mujeres y hombres. ACE promueve la visibilización y el activismo del colectivo, y lucha contra los tratamientos que prometen corregir su condición. «Un auténtica estupidez», considera María.

«Queremos que el mundo sepa que estamos ahí», apuntó la activista Zoe O’Reillyen 1997 en su obra ‘Mi vida como una ameba’. A él se sumaron otros muchos. Como el escritor Javier León, quien en su libro ‘Asexualidad, ¿se puede vivir sin sexo?’ sostiene: «Ser asexual no tiene ningún mérito. Es sólo una opción que debe llevarse sanamente, lúcidamente, naturalmente».

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