Juan Guerrero: Sobre el lenguaje positivo

Juan Guerrero: Sobre el lenguaje positivo

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Desde siempre los maestros místicos han hablado del lenguaje como parte esencial de la naturaleza del humana. El lenguaje define al hombre y lo determina como existencia humana. Solo existimos en el lenguaje. Porque el lenguaje y las palabras, no son solo instrumentos de comunicación. Son esencia que crean mundos y construyen realidades.

Ha sido en los años ‘50s., del pasado siglo XX, con los aportes del profesor Juan Cuatrecasas (España, 1899-Argentina, 1990) que en su libro, La psicobiología del lenguaje comienza a hablarnos de nuevas visiones del lenguaje y su vinculación con la esencia biológica. Además, introduce el concepto de la concepción óptica del cerebro del hombre (El hombre, animal óptico).





Por su parte, los aportes que el profesor Noam Chomsky ofrece sobre la Teoría Universal del Lenguaje y su innatismo (-bien que si posteriormente fueron criticados) refieren a una comprensión del lenguaje desde su origen biológico y, básicamente, genético.

Son los aportes que también nos ofrece, hacia los años 80s.-90s., el profesor Daniel Medvedov, de quien fuimos su alumno y discípulo. Con su obra, Teoría Unificada del Lenguaje, quien no solo establece un origen biogenético del lenguaje, sino que este parte de una base única y universal.

Las investigaciones de estos y otros estudiosos, filósofos y pensadores del lenguaje se han estado decantando en los siguientes años, donde estos descubrimientos ahora son mostrados en aplicaciones concretas, sea en las ciencias filológicas (lingüística, fonética, pragmática) como en educación y hasta en las áreas de las ciencias de la comunicación.

Hablamos ahora de los estudios sobre el lenguaje positivo (Luis Castellanos, Manuel Martín Loeche, entre otros) quienes nos están introduciendo en el lenguaje como parte fundamental de una nueva era de interrelaciones humanas. Incluso, de una neoética del lenguaje y la comunicación.

Desde hace años hemos estado vinculados con la práctica de la enseñanza-aprendizaje de la lectura, en particular, y del lenguaje, de manera general, como piedra angular de los procesos (más que educativos) pedagógicos (Paideia) como parte del desarrollo del individuo.

En los planteamientos que nos ofrece Castellanos desarrollados en La ciencia del lenguaje Positivo, y Educar en el Lenguaje Positivo, se parte de un gran SÍ que afirme al hombre en su dimensión humana. Lo dignifique y lo abra al mundo. Lo integre como parte de la humanidad. Porque el lenguaje esencialmente es un hecho transformador de la realidad.
Esta dimensión del lenguaje positivo se opone al tradicional No que cierra al hombre frente al mundo y le niega sus potencialidades. Su derecho primario a habitar el lenguaje desde la dignidad del ser.
Porque el lenguaje positivo forma al hombre para vivir y convivir en la civilidad. Es lo más democrático que pueda tener el hombre. En él está la potencialidad de su creatividad para expresar sus decisiones vitales en la práctica de la libertad, la democracia y ciudadanía.

Hemos afirmado una y otra vez que el lenguaje de la negatividad es la práctica que suele usarse en los regímenes totalitarios. Cierra puertas, genera miedo, desesperanza y tristeza. No existe progreso y los ciudadanos se mal acostumbran a un lenguaje de la violencia, la venganza, el odio, el desprecio, la rabia y el dolor.

Anclados en esos desiertos de palabras/frases negativas, el cuerpo y la mente se van deshabitando de lenguaje positivo y deviene una parálisis idiomática que reduce la persona a una comunicación con palabras que llevan a la mentira y el engaño. Son palabras de la falsedad, el hastío, con contenidos que arrastran miedos, superstición y fanatismo. Por eso, toda forma de control social, de imposición por la fuerza (preceptos religiosos, ideológico-políticos) tienen una base cargada de temores. Al final, están deshabitados de alma. Reducen a las personas a una vida estéril y sin ilusiones. Lo desamparan y al final, lo desechan y desaparecen.

El lenguaje del totalitarismo no construye ilusiones verdaderas ni historias personales que dignifiquen al ciudadano. El totalitarismo como régimen siempre crea falsas ilusiones. Pervierte constantemente el lenguaje. Impone el No como principio y fin en sí mismo. Hace del hombre un ser miserable. Un hablante que vive temeroso en medio de sus tribulaciones cotidianas. Porque le han alterado su ética, su sentido común lo han convertido en arbitrariedad. Las verdades de su cotidianidad se transforman en verosimilitudes. Cambian constantemente por capricho de quien ejerce el poder, generalmente en boca de militares, policías o políticos corruptos. Todo se vuelve relativo y sombrío. El lenguaje negativo del totalitarismo es intolerante, caprichoso y perverso. Señala y acusa. Siempre miente.

Es imperativo redescubrirnos en el lenguaje positivo. Tomar consciencia de la potencialidad que existe en su capacidad para transformar realidades. Asume tu lenguaje positivo desde tu realidad. ¿Cuál es tu vocabulario cotidiano? ¿Cuáles tus palabras que más usas? Piensa en ellas. Si tienes esa carga de negatividad en la cotidianidad de tu realidad idiomática, contrástate. Comienza a construir tu mundo con un lenguaje positivo, real, que te permita dignificarte y dignificarlo. Escribe tu propio diccionario con tus palabras y otórgales una nueva dimensión. Revaloriza tu lenguaje. Escribe tus palabras/frases negativas. Toma consciencia de ellas y del daño que te hacen.

La visión/construcción de un lenguaje positivo es la nueva pedagogía y viene con una nueva ética. Compasiva, solidaria, que muestra la generosidad del hombre.

Necesitamos democratizar el lenguaje. Liberarlo de la prisión totalitaria.

(*) camilodeasis@hotmail.com TW @camilodeasis IG @camilodeasis1