Griselda Reyes: La Venezuela que quiero

Griselda Reyes: La Venezuela que quiero

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Estas interrogantes rondan de manera permanente en mi cabeza desde hace algún tiempo: ¿Hay conciencia colectiva en Venezuela? ¿Hay identidad nacional? ¿Tenemos una idea clara de lo que está ocurriendo, a lo que nos estamos enfrentando y lo que queremos hacer?





El venezolano común está tan inmerso en resolver el día a día, que se le hace casi imposible ver más allá de su entorno, cuestionando todo y juzgando a quien no piense como él, independientemente de la posición política que defienda. Es como si cada quien se quedó en su círculo vicioso.

En los últimos cuatro años he contemplado demostraciones de unidad tan profundas que han conmovido al más aprensivo, como la victoria indiscutible de la Venezuela opositora en las elecciones legislativas de 2015 que le dio la mayoría calificada a la MUD en la Asamblea Nacional; las movilizaciones para validar y revalidar las firmas y huellas exigidas por el CNE para activar el fallido referéndum revocatorio del mandato presidencial a Nicolás Maduro en 2016 y las protestas pacíficas y multitudinarias escenificadas en todo el país desde abril hasta julio de 2017 en rechazo al golpe de Estado judicial consumado por quienes ostentan el poder, con el doloroso saldo de más de 140 muertos y miles de heridos.

Pero también he presenciado manifestaciones de odio, intolerancia, resentimiento, indignación, desesperanza y miedo, que arrugan el corazón de cualquiera y que no enumeraré porque me niego a seguir contaminando mi mente y corazón.

Cada capítulo vivido en esta historia de horror llamada Venezuela, tiene que llevarnos a la reflexión y dejarnos una enseñanza, pues de lo contrario estaremos condenados a repetir los mismos errores del pasado que nos han traído a este presente.

La inmediatez nos ha impedido planificar y la mayoría de la gente sólo quiere salir de Nicolás Maduro y su entorno, sin pensar en el qué viene después, en la Venezuela que se quiere y obligatoriamente se debe construir.

Pero si en lugar de mirarnos el ombligo, extendemos la mirada hacia el horizonte, estrechamos nuestras manos y acordamos una estrategia en común para hacerle frente a lo que nos tocó vivir ¿no creen ustedes que nos daría mejores resultados?

Hay muchas maneras de luchar contra regímenes como el actual. Cada quien debe hacerlo de la forma que mejor considere o sepa. Hay quienes apuestan a la ruta electoral, otros al camino de la resistencia y protesta pacífica, otros llaman directamente a la desobediencia civil contemplada en los artículos 333 y 350 de la Constitución, y los más radicales sueñan con una intervención militar extranjera.

Todas las opciones son respetables aunque no comparta algunas, pues ya lo he dicho en otras oportunidades: como demócrata siempre apostaré por la vía electoral, pero lo importante es no abandonar la batalla, porque cuando se crea conciencia colectiva, surge el concepto de Nación, entendido como el grupo humano unido por vínculos naturales, sociales y culturales, en el cual existe cierto grado de autorreconocimiento y elementos de organización interna. La Nación es la base humana sobre la cual el Estado se levanta.

Y esa conciencia colectiva o identidad nacional surge cuando se desarrolla el sentido de pertenencia en la mayoría de sus habitantes. Cuando te duele tu país, cuando sientes que lo amas profundamente, cuando eres capaz de sacrificar tantas cosas por devolverle la paz, cuando piensas primero en Venezuela y luego en tu familia, cuando te das cuenta que no puedes ser indiferente al daño que se le está ocasionando y percatas que además de derechos tienes deberes y obligaciones que cumplir y que tú formas parte de esa sociedad, justo en ese momento, comienzas a generar la posibilidad real de cambio.

Y cuando desde el amor agradeces a la tierra que te vio nacer, que te dio la posibilidad de progresar, de salir adelante, de estudiar, de trabajar, esa gratitud regresará a ti con creces, porque el amor es el antídoto del miedo, porque la gratitud es el antídoto del conformismo.

¿Era necesario pasar por todo este trauma para tomar conciencia? Sí. Los cambios individuales y colectivos se generan por situaciones límite (miremos como ejemplo el antes y el después de los países involucrados en la II Guerra Mundial). Mientras permanezcamos en nuestra zona de confort todo permanecerá igual. Las embestidas como las que estamos enfrentando, te obligan a desaprender lo que sabías (esperar que otros resolvieran y decidieran por ti), para aprender algo nuevo (amar a tu nación pasa por asumir la responsabilidad que te corresponde a la hora de construir el país que sueñas).

Te propongo que hagamos un ejercicio. Imagina la Venezuela que quieres para ti y tu familia y empieza a trabajar en ese proyecto todos los días. Primero visualízalo en tu mente y luego en tu corazón, enamórate de ese proyecto e inyéctale toda tu energía. Plásmalo en un papel, establece una estrategia a seguir y traza un mapa con lapsos. No dejes que el desánimo te invada y persevera siempre. Si no logras algo en el plazo establecido, replantéate la estrategia y cámbiala, pero no abandones.

Incluso, a nivel personal comienza por cambiar tu forma de pensar. No digas “no puedo”, sustituye la frase por “por ahora no lo sé, pero pronto lo haré”; no reprendas a quien piensa distinto a ti, escucha su punto de vista, intenta entenderlo y tolera la opinión ajena; no te quejes por lo que no tienes, agradece lo que tienes y lo que aún no te ha llegado, porque para eso estás trabajando; no critiques a menos que en la reprimenda haya una solución; bendice siempre y no maldigas, porque las palabras tienen poder; controla tus sentimientos negativos de rabia, impotencia, odio, rencor y resentimiento, pues ellos te pertenecen y sólo tú puedes darles poder sobre ti. Transforma tu círculo vicioso en un círculo virtuoso.

Esa es la Venezuela que quiero: la Venezuela de gente noble, franca y sincera, amorosa y compasiva, humilde, risueña y amistosa, segura y confiable, afable y solidaria, servicial y educada, trabajadora y emprendedora, aguerrida y voluntariosa, como esa que vimos en 2015, 2016 y 2017.

Prefiero quedarme con lo bonito del venezolano y no con lo peor que ha salido a flote; prefiero soñar y trabajar por la Venezuela que quiero heredar a mis hijos y a los hijos de mis hijos; prefiero visualizar el país que voy a ayudar a reconstruir apenas termine este cuento de horror; prefiero visualizar la Venezuela que quiero vivir en cinco, 10, 15, 20 años; prefiero centrarme en la Venezuela de prosperidad y desarrollo que quiero para todos. Esa es la Venezuela que quiero.

Lic. Griselda Reyes

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