Juan Guerrero: Me dicen Chávez

Juan Guerrero: Me dicen Chávez

thumbnailjuanguerreroCierta vez, en el auditorio de la Corporación Venezolana de Guayana, me tocó ser moderador de un foro sobre la pobreza en Venezuela. Hacia el Dos mil se veía el país en una evidente debacle, tanto financiera, industrial como socioeducativa.

El desenlace se esperaba inevitable. Me tocó presentar al doctor Luis Pedro España. Con sus datos estadísticos manifestó que habían realizado una investigación para saber la posible participación de los venezolanos en una confrontación bélica. Una guerra civil, pues.

Les preguntaban cómo veían la situación económica. Las respuestas enfocaban hacia una catástrofe. Nada se veía positivo. Todos esperaban una terrible explosión social.





Pero después, la otra pregunta era más directa: ¿Participaría en una confrontación de fuerza, se involucraría? Curiosamente y para sorpresa, la respuesta, en más del 90% era negativa. No se involucraría, no participaría. Es decir; -Ni de vaina me meto en eso.

Han pasado cerca de 15 años desde aquellas revelaciones. El país vuelve a encontrarse como en los finales de los años ‘90s., cuando todo era caos, alarma y “sálvese quien pueda”.

Ciertamente el país ahora se encuentra peor que antes. Nadie recuerda que en Venezuela las medicinas ni la comida se esfumaran de los anaqueles, como por estos tiempos. El auge de la criminalidad y el pillaje en la administración del Estado, se encontrara tan desatado, como ahora.

Antes, al menos, se guardaban las formas. Se tenía cierto cuidado por el recato. Pero ahora nada de ello existe.

Todo, absolutamente todo ha cambiado desde que Hugo Chávez llegó al poder del Estado. Y ciertamente, con él llegó, tanto un líder como un liderazgo y una manera de ser y de comportamiento social que apenas se intuía en la idiosincrasia venezolana.

El ser telúrico llamado Hugo Chávez, como tal, no fue ni bueno ni malo. Fue eso, sí, una naturaleza emocional donde millones de venezolanos se reconocieron. Logrando, al mismo tiempo, sumar y restar adeptos. Unos por verse reconocidos, visibilizados. Otros, porque inmediatamente rechazaron esa negación, ese lado pútrido de un tipo de venezolano que está ahí, algunas veces oculto otras veces en el puro borde de la indecencia y de la ilegalidad.

Existe en el venezolano una cierta naturaleza oculta, muy oculta, donde la mentalidad de la viveza, el autoritarismo y la arbitrariedad son parte de su ser. Unos, por obra de ese líder, lo sacaron a relucir, mientras otros, al tiempo que lo niegan, en su intimidad luchan por superar esa condición. Y esa condición tiene un nombre: marginalidad mental.

Ese ha sido nuestro peor castigo. Nuestro lamentable trauma. Individuos que han accedido a jerarquías dentro de la administración del Estado, para usar ese poder contra sus semejantes. Absolutamente ignorantes de las más elementales normas y respeto al Otro-diferente.

Ese venezolano, con esa mentalidad marginal disfraza sus carencias, de valores y principios, desarrollando actos de viveza, que son lo contrario al ser inteligente. Por eso existen, tanto niches choros como sifrinos choros. Por eso, tanto se observan por igual, individuos con títulos universitarios irrespetando con su lenguaje soez, la dignidad y valores de la cultura nacional, como seres sin estudio, en actividades abiertamente transgresoras de las normas, como el denominado bachaqueo.

En este orden de ideas, todos, absolutamente todos somos transgresores. Bien porque abiertamente estamos apoyando un régimen de Estado, un sistema de vida, o porque permitimos, al no involucrarnos, que la mentalidad marginal siga imponiéndose como una inmensa sábana que nos arropa y confunde a todos.

La marginalidad mental, que es viveza y astucia, apoderada del Estado, se enfrenta y supera con inteligencia, con la razón y sobremanera; con la determinación de saber que la decencia y la justicia, siempre terminan por imponerse.

(*) camilodeasis@hotmail.com TW @camilodeasis