Gustavo Coronel: De la pobreza a la degradación

Gustavo Coronel: De la pobreza a la degradación

thumbnailgustavocoronelLa pobreza en Venezuela ha existido a través de su historia y bajo los más diversos gobiernos. Esta es una realidad que continúa durante este siglo XXI, el siglo del socialismo a la Chávez. Lo he constatado así en mis 82 años de vida, durante la cual ya he visto pasar, si recuerdo bien, 18 presidentes y dictadores por el poder ejecutivo (¡y los que faltan!). También he podido observar que esa pobreza no solo ha variado en intensidad durante estos períodos presidenciales sino que también ha variado en su naturaleza. De manera totalmente empírica puedo decir que, haciendo abstracción de los errores y abusos que pudieran haberse cometido durante esas presidencias o dictaduras, la pobreza en las postrimerías de la dictadura de Gómez y durante las presidencias de López, Medina, Betancourt, Leoni, Caldera y CAP y durante la dictadura de Pérez Jiménez fue una pobreza material de mayor o menor  intensidad pero sin las características de miseria que uno asocia con algunos otros países como India, Bangladesh o algunos países africanos. Inclusive en ocasiones, como fue el caso de las presidencias de Betancourt, Leoni, Caldera y CAP, nos parecía que el país estaba en posición de crear una sólida clase media. A ello contribuyó la inmigración europea llegada durante las décadas de los 40  a los 60, la cual creó con su trabajo  y actitudes una nueva clase de venezolanos de clase media-media que comenzó a darle a Venezuela una fisonomía más ciudadana.

Es a partir de la década de los 90 que algo parece suceder en Venezuela y que comenzamos a ver un deterioro de la calidad promedio del venezolano. No solo su morfología parece cambiar, apuntando hacia la obesidad, signo de malnutrición, sino que algunos componentes de su personalidad también cambian. El venezolano siempre ha tenido un lenguaje campechano, llano pero en esta época se va haciendo más vulgar, más grosero, un tipo de lenguaje que corta a través de los estratos económicos y sociales  e incluye hombres y mujeres. La vestimenta se hace más desaliñada y lo que uno recordaba como la habitual elegancia y pulcritud de la mujer venezolana se va convirtiendo en una vestimenta descuidada, con predominio de bluejeans mal cortados que les van dando el aspecto de una hallaca mal amarrada. Ya no hablamos de una pobreza material en el sentido tradicional sino de un fenómeno de empobrecimiento que va afectando las actitudes, el aseo personal, el lenguaje y los modales.

En este punto alguien dirá, no sin cierta razón: “Gustavo, lo que sucedía era que te estabas poniendo viejo y pretendías que la gente conservara antiguos estándares”.  Digo que no sin cierta razón porque, en efecto, hay un proceso de envejecimiento que nos lleva a pensar que antes la gente se veía mejor, lo cual es un espejismo, un astigmatismo cultural. Aun aceptando que esto explique una porción del fenómeno ciertamente no lo explica todo. La sociedad venezolana se estaba deteriorando. Había más tumusas y barbas sin cuidar, más traseros desproporcionados, más barrigas al aire, en las calles venezolanas. Y en los restaurantes no se podía comer en paz sin tener que oir a las damas, muchas veces encopetadas, de la mesa vecina utilizar un lenguaje de burdel.  Mis amigos me decían: “las palabras no quiebran hueso”. Y es verdad, pero hay palabras que empobrecen el alma. Recordemos a Wittgenstein, quien decía que los límites del lenguaje eran los límites de la mente.





Con la llegada del Siglo XXI nos llegó también un sátrapa incubado en la “Casa de los Sueños Azules”, ese cursi nombre que le han dado a la Escuela Militar de Venezuela, un hombre afligido por intensos traumas de niñez y adolescencia que le inyectaron una carga de resentimiento que se dispuso a cobrarle a la clase media venezolana. El día que parece marcar su determinación a la venganza es el día que no lo dejan entrar a la escuela porque no llevaba alpargatas nuevas, una regla cruel e insensible de la escuela que parece haberlo marcado para siempre. Ello lo llevó, una vez en el poder, a tratar de convertir a Venezuela en un país donde todos los venezolanos tendrían que andar con alpargatas viejas, con todo lo que esa metáfora significa en términos de atraso y desaparición de la clase media por la vía de su nivelación hacia abajo. No se trató ya de sacar a los pobres de la pobreza sino de darle una patada a la clase media para llevarlos grupo de los pobres.

En esta Venezuela que se inaugura en Enero de 1999 la clase media fue definida como la oligarquía, la cual debía desaparecer. A esa caracterización hecha por Chávez lo ayudó el hecho de que el candidato derrotado por él, Henrique Salas, tenía ojos azules. La elección de Diciembre 1998 rememoró aquella contienda de los años 40 entre Yolanda Leal y Oly Clemente por el Reinado del Deporte. Como en aquella elección, aquí ganó el candidato “del pueblo”, quien antropológicamente se asemejaba más al venezolano que se había ido formando morfológica y culturalmente en la década de los 90.

Lo que ha sucedido en estos 16 años que van del 1999 al 2015 nadie lo hubiera podido imaginar. Dicen ya las mayorías que se trata del fracaso de un régimen, de una falsa “revolución”. Pero creo, ojalá que esté equivocado, que se trata de algo más grave aún. Se trata del fracaso de una sociedad. En estos 16 años la sociedad venezolana, la cual ya había comenzado a deteriorarse hacia el final del siglo XX emprende un trágico viaje hacia la degradación. Es un viaje en un autobús maldito que lleva, primero, a Chávez al volante y, luego, a Maduro. Es un viaje durante el cual el venezolano pobre llega a creer que ahora si está en el poder, con Chávez y que siempre lo estará mientras el comandante eterno esté allí. Para reforzar esa sensación de poder, los pobres reciben subsidios directos, dinero en el bolsillo, promesas de viviendas que siempre se aplazan para mañana y mucho jarabe de lengua. El dinero en el bolsillo no es, sin embargo, la solución estructural para la pobreza. Una vez que cesa el flujo, el pobre se hace aún más pobre, porque se siente burlado.

La quincalla ideológica populista que Chávez montó se extendió a otros países. El fabuloso ingreso petrolero, más de un millón de millones de dólares, dio para todo. Mientras duró. Mientras Chávez tuvo dinero y poder exigió a sus seguidores lealtad absoluta, hablándoles en el lenguaje vulgar que él asociaba con la “revolución”. Chávez abogó por la supremacía del hombre de color frente al blanco, del pobre frente al rico, del obrero o del buhonero frente al universitario profesional. Esto fue un crimen de magnitud colosal porque fue excluyente. Trató de identificar la pobreza con la virtud (Ser rico es malo) para fines políticos. Ahora sabemos que su familia y sus allegados formaron una aristocracia de la rufianería mientras que él nunca distinguió entre lo que era de él y lo que era de la Nación en materia de dinero (tenía relojes pulsera de $35.000 el muy malandro).

Hoy en día muchos de los venezolanos que aparecen en las fotos, producto de ese viaje maldito lucen, dice Francisco Faraco, como “un mondongo con patas”. Si queremos tener una prueba de la degradación del lenguaje, solo es necesario ver el video que una venezolana anti-gobierno ofrece sobre sus experiencias en el aeropuerto de Maiquetía:  https://www.youtube.com/watch?v=WlyittKivjs .   La manera de hablar de esta joven es tan degradada como la conducta de los guardias nacionales que la obligaron a hacer lo que hizo. No es con esta clase de venezolanos pataleando en el pantano que vamos a salir de abajo como país.

Apreciados amigos y compatriotas: Venezuela está en un punto muy bajo en la escala de la degradación social. La derrota y expulsión de esta pandilla que nos ha conducido allí como país representará solo el inicio de una tarea monumental de reconstrucción física y moral, de regeneración de nuestras actitudes y nuestro lenguaje. Hemos tocado fondo como país y nos enfrentamos a un futuro de trabajo incesante, de dedicación, a fin de rescatar  la Venezuela que un día fuimos. Es una tarea titánica y hermosa.

La apoyaremos hasta el fin de nuestros días.