Jorge Millán: El muro de Maduro

Jorge Millán: El muro de Maduro

thumbnailjorgemillanNada es más complicado que cuando los seres humanos deciden dejar a un lado la capacidad más importante que poseemos, que no es otra que la de razonar. Esta nos hace seres racionales y razonables, base fundamental para que seamos libres e iguales, o iguales y libres de acuerdo a la visión ideológica que se prefiera de acuerdo a nuestra concepción de la justicia y nuestros valores.

La civilización humana siempre ha luchado para lograr que cada ser humano tenga el derecho en sociedad de poder desarrollar al máximo esta capacidad y esa lucha nos ha llevado a considerar en el siglo XXI que la democracia es la mejor forma para garantizar la emancipación del hombre y el pleno uso de esta virtud.

En general, esta lucha se ha presentado contra quienes han dirigido a las naciones, que en regímenes no democráticos siempre han caído en la desviación de creer que el país es de ellos, en vez de tener claro que le pertenece al pueblo.





Para Habermas, los marxistas se equivocan cuando reducen el proceso histórico a una lucha entre dos clases, la burguesa y la proletaria, porque las sociedades modernas han alcanzado un grado de complejidad en donde dicha reducción impide comprender las tensiones entre diversos grupos de interés que se presentan en nuestras sociedades, siendo esto la base del fracaso de esta visión porque anula, oculta, desaparece, las múltiples expresiones que nuestra razón nos permite crear, y son parte de lo que enriquece la deliberación que nos lleva a alcanzar los consensos o decisiones que nos permiten el progreso y la paz.

Estando de acuerdo con que la reducción marxista es causa de su desviación embrionaria, la verdad es que el problema de fondo es que la lucha permanente que se presenta en la historia de nuestras civilizaciones no obedece a una lucha de clases como lo señala Marx, sino a una lucha entre gobernantes déspotas y ciudadanos con el deseo de ser libres e iguales.
La opresión que caracteriza a los gobernantes que se envilecen con el poder, que empiezan a considerar como propia la riqueza de la nación, como universal su pensamiento y sus interés sobre el del colectivo, su privilegios y sus lujos por encima del bien común, siempre ha sido el motivo del enfrentamiento que se presentan en nuestras sociedades y que ha empujado a oprimidos a unirse y reaccionar contra la indignante intención de estos tiranos de esclavizar a la sociedad.

Aunque en gran parte del mundo esta situación fue superada con las democracias modernas, en Venezuela lamentablemente vemos como cada día quienes nos gobiernan tratan de alejarnos del camino donde el pueblo tiene, en su poder, la capacidad de dirigir su destino.
De forma primitiva, el Gobierno ha perdido su capacidad de razonar y busca mantener el poder con la siembra del temor, muy a la escuela de Maquiavelo que consideraba que es mejor ser temido que amado y por esto vemos las constantes amenazas que profieren frente a la inminente derrota que se les avecina el 6 de diciembre, para tratar de detener lo indetenible.

Afortunadamente, el venezolano siempre ha luchado por su libertad, la amenaza no es la medicina para que sirve para frenarlos, y como hemos visto con sistemas autocráticos similares en Europa del Este, cuando la voluntad de cambio entra en el espíritu de los hombres no hay muro ni reales ni imaginarios que la puedan detener.

Este muro de contención que Maduro y sus socios pretenden levantar para mantener al pueblo en la miseria, mientras los allegados al régimen se lucran, es de arena y como siempre ocurre, se desvanece cuando las olas empujan sus paredes.

@jorgemillant